“El pueblo se dejó de interesar por la política, y ahora solo quiere dos cosas: pan y circo”.
La frase podría haberse escrito esta semana en Chile. Pero se redactó el año 100 antes de Cristo en Roma por el poeta Juvenal, en una de sus “sátiras”.
Juvenal quería criticar la política pública romana que consistía en mantener a la gente tranquila regalándole trigo y ofreciéndole entretenimiento de baja calidad. Despreciaba el modo en que los políticos buscaban mantener el poder a través del populismo.
Reconozco que sentí un escalofrío en la espalda el martes cuando el Presidente, rodeado por su señora y varios de sus principales ministros, anunció ante el país su plan de apoyo a la clase media que intentaría taclear el proyecto de la izquierda que prometía hacer lo mismo pero con el dinero del ahorro para la vejez.
No me inquietó el plan, que no me pareció tan malo (a diferencia de Joaquín Lavín).
Lo que me puso mal fue darme cuenta de que prácticamente todos los que posaban en ese momento solemne usaban mascarillas que combinaban perfectamente con el tono de la ropa que vestían. Era una escena estéticamente perfecta: armónica cromáticamente, con una geometría perfecta y con la magnífica escenografía del Palacio de La Moneda en la espalda. La elegancia chic y la sofisticación del Cirque du Soleil.
Y mi presentimiento era cierto. Al día siguiente, más o menos a la misma hora, la diputada Pamela Jiles cerraba el espectáculo con un baile inefable, vestida con un atuendo digno de los habitantes de “Panem”, la ciudad
kitsch de la película “Los Juegos del Hambre” (“Panem” viene de panem et circenses, la frase original en latín de Juvenal).
Convengamos sí que las piruetas de Jiles tienen un mérito, ya que las hizo con un pie enyesado, lo que la instala como exponente de dos de los clásicos del género: equilibrismo y
clown.
Pero no quiero solo hacer críticas. Me gustaría también plantear propuestas en serio.
Si queremos ayudar a los chilenos en apuros por la pandemia, pongamos dinero de verdad sobre la mesa y paremos el show. No estamos para migajas de pan y circo pobre.
Mi propuesta se basa en la siguiente reflexión. Cuando una familia o un país se ven enfrentados a una grave emergencia que implicará grandes gastos inesperados, tienen varias opciones, como gastarse los ahorros o endeudarse. Esas dos opciones son las que actualmente tienen enfrentados a muerte a nuestros políticos. Unos no quieren que se gasten los ahorros para la vejez por la pandemia y otros no quieren que haya nuevas deudas.
Pues bien, hay una tercera fórmula: vender cosas. Artículos que podrían generar mucho dinero u objetos prescindibles. Eso haría una familia si no quiere gastarse el ahorro ni asumir nueva deuda. Es lo que han hecho ya muchos chilenos.
Lo mismo podemos hacer como país.
Vendamos un porcentaje de Codelco. Menos del 49%, para que mantengamos el control y la propiedad mayoritaria. Vendamos TVN, que es mucho gasto y lo usamos poco. Vendamos Enap. Si hacemos esto, recaudaremos mucho más dinero que con los planes del gobierno y la oposición juntos.
Las otras opciones (comerse el ahorro o seguir endeudándose) creo que son, como lo empezamos a ver esta semana, pan (y circo) para hoy y hambre para mañana.