Si es por calendarios, digamos que entre el 15 y el 17 de septiembre Colo Colo deberá medirse con Peñarol y la UC recibirá a Gremio por Copa Libertadores. A los dos representantes chilenos les quedan cuatro partidos por disputar en la primera fase, que deberá culminar el 22 de octubre, porque a la semana siguiente los terceros de cada grupo comenzarán su participación en la Copa Sudamericana, donde esperan Unión La Calera, Coquimbo, Audax Italiano y Huachipato. Las competencias internacionales deberán estar terminadas a finales de enero.
La primera fecha clasificatoria a Qatar 2022 se disputaría entre el 8 y el 13 de octubre y la segunda entre el 12 y 17 de noviembre, quedando entre el 2 y el 6 de septiembre como fecha FIFA para que las selecciones jueguen dos partidos amistosos para “calibrar” su retorno, de acuerdo a la propuesta entregada por Zurich. No está claro aún si habrá una fecha extra, lo que pondría al día el calendario, ni tampoco si se disputará el próximo año la Copa América de Colombia y Argentina, fijada para “unificar” los calendarios de Europa y nuestro continente.
Sería por lo demás conveniente que nuestro torneo se reiniciara poniendo previamente al día los partidos pendientes, que no son pocos. Coquimbo-Audax (2ª fecha); Coquimbo-Huachipato (4ª); U. Católica-U. Española (7ª) y Palestino-U. de Chile, O'Higgins-Antofagasta, Curicó-La Calera y Colo Colo-Wanderers (8ª). No es difícil si consideramos que sólo los “piratas” tienen doble compromiso, pero no podemos olvidar que tienen Sudamericana por delante.
Si se mantienen las bases y se juegan las 26 fechas restantes, habrá que tener claro que no se podrían admitir nuevas postergaciones de partidos por tope internacional o convocatorias de la selección, como se estilaba generosamente, porque sencillamente no hay margen. No podría haberlo. Más aún si —como queremos todos— los equipos chilenos siguen avanzando en la competencia internacional o decidimos preparar adecuadamente a la selección chilena, que, obvio, no podría plegarse a causas políticas internas, por más legítimas y necesarias que estas sean.
Por eso, además de la fecha de retorno, sería recomendable estudiar el calendario, revisar las bases y establecer rápidamente procedimientos que garanticen el fluido andar del certamen, incluso considerando variables como un torneo corto con
playoffs o sanciones drásticas para los equipos que no sean capaces de cumplir con las normas que indican los protocolos sanitarios. Suspender partidos por fallas en la operación de desplazamientos o concentraciones sería, de verdad, imperdonable. Más aún repetir el papelón de la temporada anterior, que suspendió graciosamente la competencia para cambiarla por una de volteretas groseras que determinó la suerte deportiva de los participantes.
La primera tarea de las nuevas autoridades electas en la ANFP será compleja, porque no está en la genética de Quilín: organizar adecuada, responsable y rápidamente el calendario que no sólo nos devuelva la competencia, sino además que lo haga con justicia, atractivo y seguridad para todos. Por eso el consejo es simple. Miren el calendario.