Críticas y conjeturas, en México y en los Estados Unidos, ha provocado el encuentro en Washington de los presidentes Donald Trump y Andrés López Obrador (AMLO). La cita obedece a la celebración de la puesta en vigor, días atrás, del Tratado AMCA, que deroga y sustituye al Nafta, para el libre comercio entre Norteamérica, México y Canadá. Se esperaba que se uniera a la celebración el Primer Ministro canadiense, Justin Trudeau. Su inasistencia ha sido interpretada como muestra de desavenencia entre los dos gobernantes vecinos del extremo norte del hemisferio americano.

Ha sido el primer viaje internacional de AMLO, luego de dos años de haber sido electo. En su campaña persistieron las recriminaciones mutuas con Trump. Ya en el poder, imperó la razón y el pragmatismo. Ambos países son recíprocamente sus primeros socios comerciales. EE.UU. exporta anualmente cerca de 700 mil millones de dólares a México, y la nación azteca no puede prescindir del mercado y de la inversión norteamericanos, más aún en un momento crítico de su economía, la más golpeada de Latinoamérica, con una caída estimada para este año superior al 10%.

La derogación del Nafta fue promesa electoral de Trump, quien lo calificó como “el peor tratado de la historia suscrito por Estados Unidos”. Amenazó con suspenderlo, en caso de que AMLO no tomara medidas para controlar la presión migratoria, lo que efectivamente hizo el mandatario mexicano, desplegando la Guardia Nacional, de su reciente creación, y celebrando un acuerdo para que los migrantes esperen en territorio mexicano el otorgamiento del permiso de ingreso a los Estados Unidos.

Desde entonces, Trump se ha esforzado en cooperar con México mediante asistencia económica preferencial, apoyándolo en los organismos financieros multilaterales, enviando centenares de ventiladores para combatir la pandemia y absteniéndose de intervenir en conflictos entre inversionistas norteamericanos con autoridades mexicanas, a raíz de grandes proyectos cancelados por razones medioambientales o restricciones presupuestarias.

Los opositores de AMLO lo han criticado por su complacencia con Trump. Sus partidarios, la gran mayoría de los mexicanos, en cambio, lo han apoyado en este cometido. Lo estiman un reconocimiento del poder de México frente a la primera potencia del mundo. Al inaugurar su visita, AMLO agradeció a Trump su tratamiento “cada vez más respetuoso y considerado con México” y expresó que con su viaje se inicia una nueva etapa en las relaciones. Los demócratas norteamericanos intentaron hacer fracasar este encuentro, calificándolo como un acto de campaña de Trump, objetando, además, que el visitante no tomara contacto con su candidato, Joe Biden, y con representantes de la comunidad mexicana residente.

La sintonía entre dos caracteres tan diferentes, en que contrastan la arrogancia de Trump con la austeridad de AMLO, provendría del populismo de ambos —aunque de extremos políticos muy diferentes— y, según muchos, con tendencias al culto de sus personalidades.

Habrá diversas opiniones e interpretaciones sobre el encuentro. Lo que no se podrá ignorar y debe celebrarse es la vigencia y defensa del libre comercio, amagado por presiones proteccionistas y nacionalistas, que se potencian durante crisis económicas.