El VAR es como las Sociedades Anónimas. En su origen ambos fueron una necesidad y en su funcionamiento son tan imperfectos como las dificultades que pretendían resolver.
Las SADP nacieron por la necesidad de establecer un marco regulatorio para las organizaciones deportivas profesionales. Es bueno recordar que en el fútbol siempre hubo, junto a los mecenas, algunos que metían la mano a la caja de la tesorería y arrasaban con fondos cuya ausencia dejaba a los clubes al borde de la bancarrota. Los clubes eran entonces personas jurídicas sin fines de lucro y su desarrollo debía ser fiscalizado por el Ministerio de Justicia. Nunca ese ministerio ejerció esa labor y los dirigentes de esos clubes hicieron siempre lo que quisieron, empezando por robar. Nadie podía hacer nada en contra, por no existir persona ni institución que vigilara.
El marco regulatorio estableció las Sociedades Anónimas Deportivas y de ello han transcurrido 15 años. La regulación, en tan largo lapso, no ha surtido efecto porque el ingenio de los burladores de la ley —como vemos a diario en las calles, en algunas organizaciones y en quienes llevan corbata o no—, les permite eludir las disposiciones establecidas. Lo más grave es que no aparece, por ningún lado, la voluntad de hacer valer la ley de manera firme, empezando por terminar con la propiedad de más de un club en las mismas manos, la más flagrante y desvergonzada traición a la regulación.
En suma, las sociedades anónimas no están siendo tan anónimas ni tan limpias.
El VAR también nació por una necesidad: mejorar la administración de justicia en el juego. La cantidad de errores de los árbitros en las competencias locales e internacionales, incluida la Copa del Mundo, hacían que pareciera razonable recurrir a la tecnología, ya vigente en el tenis, para reparar esos errores.
Sin embargo, las expectativas no han sido del todo satisfechas. De que sirve, sirve, o ha servido en muchas ocasiones, pero también se ha prestado para homologar errores. El problema es el mismo de las SADP: el sistema es operado por seres humanos, tan dados a fallar. Los primeros por sinvergüenzas, los del VAR …por humanos simplemente.
En estos días de fútbol escaso, la nota principal de los noticieros deportivos se produjo en España: ¿favorece el VAR al Real Madrid? La pregunta acusadora nace, obviamente, del Barcelona, que pelea la Liga punto a punto con los madrileños. ¿Es cierta la acusación? Este fin de semana, sí. Pero de la misma forma en que en otras fechas y otros campeonatos ha favorecido al Barça.
La causa, en ambos casos, es la misma: los árbitros habitualmente favorecen a los clubes de mayor convocatoria. Unas veces a uno y luego a otro, de modo que los catalanes bien pueden quedarse callados y no seguir perdiendo los puntos que no supieron defender.
La impresión que queda es que cuando un árbitro decide no cobrar una falta evidente, simplemente no pide la ayuda de la pantalla. Y si los árbitros de la pantalla no quieren que se cobre una falta difícil de ver por el árbitro, simplemente no le avisan el principal. Fácil.
A fin de cuentas, los sistemas dependen de las personas. Y no somos muy confiables que digamos. Bueno, no todos…