En 1950 —hace 70 años— el Campeonato Nacional comenzó en la segunda quincena de julio. Y nadie se volvió loco. La idea era preparar a la selección para las clasificatorias del Mundial, pero la renuncia de Argentina allanó el camino de la Roja. Los clubes no jugaron, pero los futbolistas quedaron a disposición de los técnicos. Y es en plural porque en un lapso de seis meses, Chile fue dirigido por José Luis Boffi, Francisco Platko y Waldo Sanhueza, a veces en solitario y otras haciendo dupla.
Nadie estaba contento con el funcionamiento del seleccionado. Tanto que en un amistoso disputado en enero, el entrenador Waldo Sanhueza subió en el entretiempo del partido ante Rampla Juniors para pedirle al público, a través de los altoparlantes del Nacional, que dejara de abuchearlos, para explicar que no podía hacer los cambios que le pedían y para recordar que “la selección es de todos y hay que hacerlo sentir”.
Al final la Roja jugó diez amistosos y a un mes de la Copa del Mundo, los dirigentes decidieron que el técnico debía ser Alberto Buccicardi, quien había sacado campeón a la UC y venía llegando de una gira por Europa.
Se concentraron en el Country Club y partieron a jugar con el refuerzo de Jorge Robledo, que jugaba en el Newcastle y no hablaba castellano. Entre tanta efeméride celebrada por estos días, se nos quedó atrás la participación de esta selección en una Copa del Mundo marcada por las sorpresas. Perdió contra Inglaterra y España por igual marcador, 2 a 0, pero buenas críticas. Y el 2 de julio saltó a la cancha para conquistar la que sería la única victoria de la Roja como visitante en una Copa del Mundo durante 60 años: 5 a 2 a los Estados Unidos, que venía de provocar un terremoto al ganarle a los ingleses por la cuenta mínima.
Livingstone estaba al arco; Manuel Machuca, Arturo Farías y Manuel Álvarez eran los defensores; Miguel Busquets y Carlos Rojas jugaban al medio y, en la ofensiva, Atilio Cremaschi, Carlos Ibañez, Andrés Prieto y Fernando Riera flanqueaban al gringo Robledo. Fueron cinco y pudieron ser más de no ser por el arquero Frank Borghi (convertido en héroe tras el pleito con Inglaterra) y por la juventud del plantel. (También jugaron Fernando Roldán, Hernán Carvallo, Luis Mayanés, Manuel Muñoz y Guillermo Díaz en los primeros partidos).
Lo importante, se dijo entonces, es que Chile avanzó tácticamente, sobre todo en los relevos defensivos y en la efectividad de las bandas, donde Robledo aportó su experiencia en las prácticas. No podremos redescubrirlos, como hemos hecho con varias generaciones del pasado a través de las transmisiones televisivas, pero sí honrarlos y recordarlos. Las efemérides que valen son las redondas, que se cuentan por décadas o, al menos, por múltiplos del cinco.
Ese año los clubes no jugaron el primer semestre y fueron capaces de sobrevivir; un seleccionador pidió por altavoces el apoyo del público; aprendimos de tácticas gracias a la generosidad de quienes venían de afuera y no se sentaron a esperar homenajes. Aunque en este caso bien valdría rescatarlos del olvido.