El mundo espera volver a la normalidad, mientras en el confinamiento reflexiona y madura pensamientos que no había analizado antes. Muchos concluyen que el nuevo mundo estará en lugares menos poblados y con costumbres contemporáneas. Las transformaciones estructurales serán en servicios, educación y salud pública, junto con la modernización del Estado. Lo que antes brillaba era artificial y de fantasía, porque avanzábamos muy rápido, sin contemplar la necesidad de una transformación económica y social.
Analizando la peste negra que comenzó en Italia en el siglo XIV, esta se propagó y mató a veinte millones de europeos y a la mitad de las zonas urbanas, aunque se resistió con cuarentenas; al final surgió el Renacimiento. Se incorporó el descubrimiento de América, la imprenta de Gutenberg y el microscopio de Janssen. Ese evento dio vida a genios como Da Vinci y Galileo, también dio inicio a la inquisición española.
El segundo ocurrió con el cólera en 1816, también con fuertes cuarentenas; al final brotó la Revolución Industrial. Nació la máquina de vapor de James Watt. Louis Pasteur logró la esterilización eliminando gérmenes. El teléfono de Graham Bell. Tomas Edison inventó la luz eléctrica, el automóvil de Carl Benz, la máquina de escribir, que aceleró las comunicaciones, y la dinamita de Nobel, que transformó la minería y la guerra. Los cambios de la Revolución Industrial generaron una ruptura con el pasado más drástica de lo imaginado.
El tercer evento es el actual y se combina con una revolución digital. El confinamiento está fusionando la computación, celulares, GPS, internet y una nueva logística en esta peste 3.0. Hoy apreciamos a genios como Bill Gates, Steve Jobs y Jeff Bezos, que generaron esta revolución. Este cambio tecnológico en cuarentena demuestra que nuestra vida se transformó y que no volveremos a ser los mismos en materia política, económica, ciencia y bienestar.
Lo cierto es que serán otros los elementos que deberemos descubrir. La ciencia y nuestros nuevos hábitos están recién naciendo. La calidad de vida y la tecnología se perfilan como algo permanente. Videoconferencias disminuirán desplazamientos para evitar contactos masivos. El comercio y turismo tradicional tienen una tarea difícil de recuperación. Lo que antes era lejos, hoy está disponible digitalmente en la mano, uniendo distancias que ya no existen. La concentración en grandes ciudades —ha quedado demostrado— solo genera el mayor número de contagios, muertes y desempleo.
Avanzamos hacia una alta cesantía, que deberá rápidamente reinventarse y migrar a sectores menos poblados con acceso a la tecnología y que permitan llenar requerimientos vacíos. La reinvención proviene de cambios radicales como los descritos sobre pandemias y progresos que emergen durante y después de su proceso. Por ejemplo, en el norte se concentra la minería, y en el sur, los alimentos. Mientras en la capital se ubica casi la mitad de la población concentrada en el área de servicios, algo que evolucionará, los profesionales deberán evacuarse de la aglomeración y la cesantía.
Será el aire, el espacio, el medio ambiente, la disponibilidad de tecnología y transporte la que acelerará el progreso, como ha sucedido en la historia del mundo. La industria nacional florecerá, después de haber sido achatada. Los viajes al exterior quedarán atrás. Nos convertiremos en conquistadores de nuestros territorios nacionales. La reactivación será interna y robusta, enriqueciendo a las pymes como motores de nuestra economía.
La acelerada transformación de equipamiento eléctrico llevará el precio del cobre a una nueva altura. El tipo de cambio actual sostiene la economía, bajando costos de producción y haciendo posible sustituir importaciones y mayores exportaciones no tradicionales. Un tipo de cambio flotante frenará el consumo de divisas. El bajo precio del petróleo nos acompañará, al ser nuestro país importador y dependiente de ese combustible para energizarnos. El medio ambiente tendrá su espacio y apreciaremos no tanto lo que tenemos, sino lo que no tenemos de la naturaleza.
Jaime Said