En el estadio de Playa Ancha, por el cerro del mismo nombre y en la zona denominada república independiente, el viento sopla alto y fuerte todos los días, pero más si es domingo, con Wanderers de local y perdiendo por 4 a 0.
Asistieron 4.707 espectadores, bien pocos, la verdad, pese a la visita de la Unión Española dorada y formidable, la de Jorge Américo Spedaletti, que hizo un gol; el “Negro” Ahumada, otro; y también el argentino Rubén Palacios se hizo presente.
Los tres, y uno más, los recibió el arquero Humberto Tapia, un crespo pequeño, saltarín y valiente, que había sido campeón con Unión San Felipe y venía de Everton.
4 a 0 y la recaudación que dejaron los 4.707 asistentes, que ya está dicho eran escasos, fue de 5.445.900 escudos, la moneda que al año siguiente sería reemplazada por los pesos.
Fue en el arco que sigue dando a la Escuela Naval y por la azotea se distinguían las cabezas y gorros de los marinos mirones y de guardia. Así era, al menos, a fines de septiembre de 1974.
Fue a los 23 del segundo tiempo, la falta cerca del área, y el mediocampista porteño que ordenó la pelota, para apuntar y disparar sobre la barrera, se murió el pasado 27 de junio, recién hace unos días y a los 71 años.
Era argentino y lo apodaban “Cachín”, que muy pronto se transformó en “Cacherín”, y Oscar Blanco, porque ese era su nombre, con el tiempo fue entrenador de decenas de equipos de Primera B, y según la carrera de su vida pasó por Acassuso, Deportivo Morón, Atlético Rafaela, San Miguel, Huracán de Tres Arroyos, Sportivo Italiano y, en fin, alguna vez volvió a Wanderers para sus primeras armas como técnico.
En esa época antigua era jugador y mediocampista, lucía pelo largo, bigote frondoso y cada vez que entraba el equipo, antes del partido o acaso en el entretiempo, “Cachín” montaba un pequeño show, pisaba la pelota, jugaba con ella y el mediocampista se agachaba lo justo, para recibirla y dejarla quieta en la parte posterior del cuello. Un artista, pero en ese momento señalado no había tiempo para nada y menos para show.
Iban abajo por 4 a 0 y Leopoldo Vallejos cuidaba el pórtico de Unión Española.
Fue a los 68 minutos del global, cuando Blanco tomó distancia y miró. El hombre era canchero. Y el viento, que ya estaba arremolinado, se concentró de fuerza y de verde.
El primer descuento, entonces, fue de tiro libre, y en los 20 minutos que restaban, Wanderers consiguió una remontada histórica e inolvidable para los casi cinco mil espectadores.
Los otros tres tantos los convirtió Jorge Dubanced, también de pelo y bigote largo, porque esa era la moda. Uno fue de 30 metros o más. A los 75, 79 y cuando el partido ya se iba.
Fue empate a 4.
Todo empezó con el tiro libre de Oscar Blanco, al que le decían “Cachín”, y por alguna razón y en ciertos círculos, también “Cacherín”.
Entre la realidad y la leyenda, solo una noticia importa: un hombre canchero descansa en paz.