Hay buenas y malas noticias para el comercio internacional, con repercusiones para Chile. El Gobierno, dirigentes empresariales y, especialmente, los legisladores deben responder a esta realidad.
Primero la buena noticia, tal vez la única. El miércoles entró en vigor el nuevo tratado comercial entre Estados Unidos, México y Canadá (USMCA). Deroga y sustituye el NAFTA, después de 28 años. Aprobado por consenso, venció el proteccionismo del Presidente Trump y de varios senadores; prevaleció el libre comercio. Será celebrado en los próximos días, en Washington, por Trump, el Primer Ministro Justin Trudeau y el Presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que viajará, por primera vez en su mandato, fuera de su país.
En contradicción, EE.UU. anunció estudiar aumentos de los aranceles a las exportaciones de aluminio canadiense y gran cantidad de productos europeos a fin de compensar los subsidios de la UE a su industria aeronáutica. Además, ordenó la revisión de los compromisos de liberalización que han mitigado la guerra comercial con China, ahora agravada por las tensiones provocadas por su legislación que suprime derechos y libertades en Hong Kong.
La pandemia también ha servido de excusa para el proteccionismo, dañando el comercio exterior chileno, más allá de la disminución del intercambio y la interrupción de las cadenas productivas mundiales. Primero dificultó la logística para la importación de productos sanitarios y ventiladores mecánicos para combatir la pandemia. Pocos países garantizaron su transporte aéreo. Destacable fue la cooperación de Brasil, Irlanda y Nueva Zelandia. No sabemos la libre disponibilidad al acceso a las eventuales vacunas de covid 19. De paso, China suspendió temporalmente la importación de salmones chilenos. La medida causó pérdidas y dudas sobre el futuro de ese mercado. Mientras tanto, la OMC sigue paralizada en su propósito de garantizar la circulación de las corrientes comerciales con la máxima previsibilidad y libertad posibles.
Ante estas amenazas, corresponde renovar las acciones para diversificar las exportaciones nacionales. No hemos impulsado, en los organismos y alianzas a los que pertenecemos, suficientes llamados y reclamos por el aumento del proteccionismo. El Senado sigue dilatando la aprobación del TPP11, al que no pertenecen China ni EE.UU. De aprobarse, tendríamos un acceso preferente, seguro y más diversificado a importantes mercados, incluidos Canadá y Japón. Está pendiente en el Congreso un acuerdo con Brasil para facilitar el intercambio bilateral.
La defensa del libre comercio es tarea constante, más necesaria que nunca en momentos en que se requiere reactivar la economía y el empleo. Facilitar el comercio internacional es una política de Estado, promovida por más de medio siglo, ahora amenazada por la indiferencia, anacrónicos nacionalismos y por razones ideológicas, que menosprecian los beneficios para cientos de miles de trabajadores y miles de empresas chilenas.