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Editorial
Viernes 03 de julio de 2020
Crítica a redes sociales
Las plataformas digitales enfrentan un momento decisivo, marcado por la polarización del escenario político norteamericano.
Un público cada vez más exigente respecto de la responsabilidad que deben asumir las redes sociales en prevenir la difusión de contenidos falsos y la promoción de discursos de odio ha puesto a estas plataformas digitales en el centro de la crítica. La incertidumbre de la pandemia aumentó la preocupación por la circulación de informaciones erróneas que podrían tener un impacto negativo en la manera de prevenir o enfrentar la enfermedad. Luego, la muerte del afroamericano George Floyd desencadenó una fuerte demanda, especialmente de organizaciones norteamericanas defensoras de derechos civiles, por la adopción de acciones concretas para evitar la propagación de contenidos racistas o de incitación al odio, en un contexto de polarización política preelectoral como el que se vive en Estados Unidos.
Pero las políticas adoptadas en respuesta a ello por las principales plataformas no parecen generar satisfacción transversal. A diferencia de Twitter, que incluso bloqueó mensajes del Presidente Trump, el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, señaló que no estaba dispuesto a ser “el árbitro de la verdad”, provocando una protesta entre sus propios trabajadores y derivando en un boicot entre grandes avisadores: alrededor de 160 empresas —entre ellas Starbucks, Coca Cola y Unilever— han suspendido el avisaje publicitario en las páginas de Facebook por este mes, en una decisión no exenta de suspicacias, en momentos en que la crisis económica ha limitado los presupuestos para publicidad de las grandes compañías y cuando acciones como estas les ofrecen gratuitamente visibilidad. La plataforma se ha comprometido a etiquetar aquellas informaciones que no respeten las normas establecidas y a derivar todos los mensajes políticos hacia un enlace de fuentes fidedignas, evitando caer en una posible parcialidad. Las consecuencias de este debate ya se dejan sentir: tanto Twitter como Facebook han visto bajar el valor de sus acciones.
El inicio de la campaña presidencial norteamericana ha incrementado las exigencias hacia las plataformas digitales, para evitar los cuestionamientos ocurridos en la pasada contienda electoral, cuando no solo se denunció intervención extranjera, sino también la venta de datos privados, luego usados por la campaña de Trump. Si bien las dos empresas constituyen un modelo de negocio diferente, siendo Twitter un intercambio abierto entre usuarios y Facebook una red que intenta emular las relaciones sociales entre grupos afines, ambas dependen de su credibilidad y penetración entre los usuarios para mantener su posicionamiento. Pero aunque esta discusión da cuenta de una legítima preocupación por los contenidos que se difunden a través de las redes, no cabe obviar la carga ideológica ni el interés político de algunos de los planteamientos que se formulan: el que sean precisamente las acciones a adoptar frente a los mensajes del Presidente Trump las que concentren el debate sugiere que no es esta una discusión completamente aséptica.
En cualquier caso, resulta evidente que las redes sociales enfrentan un momento decisivo. De su capacidad para atender las exigencias de chequeo y selección informativa sin caer en la parcialidad depende su credibilidad e impacto social. Esto no puede derivar sin embargo en acciones de censura que menoscaben la libertad de expresión y conviertan dichas redes en meros canales propagandísticos. Perderían definitivamente con ello su característica original, cual es permitir conectar a los ciudadanos en un marco de libertad, responsabilidad, respeto y veracidad.