Da para pensar. En Netflix hoy están la primera y la última película de Spike Lee. Entre una y otra han pasado 34 años y se suman 25 largometrajes, algunos extraordinarios, como la “Hora 25” (2002), y otros derechamente olvidables, como el remake que hizo en 2013 de “Old Boy”. Es difícil juzgar si es un director que ha estado a la altura de lo que prometió. O de como se ve a sí mismo. Esto porque buena parte de sus cintas generan gran expectativa y, luego, rara vez logran estar a la altura. “BlacKkKlansman” (2018), su penúltimo trabajo, era simpática, ingeniosa, pero estuvo muy lejos de ser indispensable. A veces se tiene la impresión de que el juego, los movimientos de cámara audaces, el énfasis en el color, la puesta en escena dinámica o los recursos inesperados apasionan más al director que sus personajes.
“She's Gotta Have It” (1986) es una cinta que, pese a sus años, ha envejecido poco. Tiene los quiebres en narración, los monólogos directo a la cámara, el menosprecio por el realismo tradicional, los personajes algo excéntricos que marcarían el resto de la carrera de Lee. De hecho, condensa buena parte de los recursos que usará 34 años más tarde en “Da 5 Bloods”; pero tiene también un aire callejero, suelto, de observación aguda, mordaz pero no cruel, muy en la línea de John Cassevetes o el primer Jean Luc Godard. Filmada casi entera en blanco y negro, en barrios de Brooklyn, en su retrato de los debates éróticos/amorosos/identitarios de personajes jóvenes es, de hecho, como una versión modificada de “Shadows” (1958). Es cierto que Greer Childs (John Canada Terrell), uno de los amantes de Nola (Tracy Camilla Johns), es demasiado superficial, demasiado vanidoso, demasiado arribista como para ser creíble, para qué decir tragable, pero el resto de la cinta fluye bien, evita sentimentalismo y hace recordar que cuando una persona goza de juventud, belleza e inteligencia, puede caer fácilmente en la crueldad.
En “Da 5 Bloods” los recursos que entonces se aplicaban como pequeños juegos, chasconeos, aquí se hacen a lo grande. Spike no la filma con 28 años sino con 62; ya no es un desconocido, sino una estrella. La cinta abre con un clip de imágenes icónicas de los años 60 y 70, un híper resumen del movimiento de derechos civiles, Nixon y Vietman, días agitados como pocos en la historia de Estados Unidos. Es el contexto político y mental de los protagonistas, un grupo de cuatro excombatientes que, unos 45 años más tarde, vuelven a Vietman a recoger el cuerpo del líder del grupo, el quinto “blood”, y, de paso o quizá como auténtica razón, quieren recuperar un baúl de lingotes de oro enterrado. No es claro por qué demoraron tanto en regresar. Tampoco qué ha sido de ellos desde la guerra. Sabemos que siguen siendo amigos, que comparten la bronca del director respecto a que, como afroamericanos, pelearon una guerra que no era suya y que, en fin, parecen desgastados por sombras del pasado. ¿Pero qué hombre maduro no tiene sus muertos en el clóset? La cinta, sin embargo, explota esa veta muy superficialmente. Le dedica tiempo solo a Paul (Delroy Lindo), el más lastimado y descentrado de los cuatro. Por la forma en que la plantea, pareciera que Lee propone una cinta de estudio de personajes, pero tienen poca fibra, sustancia, definición. Son muy borrosos.
Una película de acción estándar del cine clásico, que Lee invoca con sus guiños a “El tesoro de Sierra Madre” (1948), le hubiera dedicado más cariño a elaborar a sus personajes. ¿Consecuencia de todo esto? “Da 5 Bloods” quiere ser grande, ambiciosa, violenta, visualmente jugada, una reflexión sobre Vietman, Estados Unidos y el lugar de los afroamericanos en su historia, pero termina como una película de muchas balas y poco compromiso mental o afectivo con lo que corre delante de nuestros ojos.
He's Gotta Have It
Estados Unidos,
1986
Da 5 Blood
Estados Unidos,
2020.