Las cifras económicas confirman que la economía mundial experimenta la recesión más profunda de las últimas ocho décadas. El confinamiento que las autoridades han impuesto o recomendado a la sociedad, con el fin de moderar las posibles consecuencias sanitarias del covid-19, explican este fenómeno, que por la velocidad con que ha ocurrido, no tiene comparación histórica.
El primer trimestre fue China la que experimentó la peor caída; el primer país en recurrir al confinamiento masivo de la sociedad. En el segundo trimestre, mientras ella se recupera, Estados Unidos y Europa sufren las graves consecuencias económicas de haber adoptado, semanas más tarde, medidas similares.
Ante un fenómeno como este, sin precedentes por su intensidad y velocidad, es difícil hacer pronósticos y proyecciones. A pesar de ello, es posible estimar a ritmo anual desestacionalizado, para apreciar la velocidad de lo que sucedió, que el primer trimestre de 2020, la economía mundial habría caído más del 10% y en el actual lo estaría haciendo al 18%. Norteamérica se desploma a un ritmo del 30% y Europa, del 40% este trimestre. Todas estas cifras no tienen parangón histórico. Hay industrias detenidas, turismo y servicios que se esfuman y un desempleo aceleradamente creciente.
Estas últimas semanas hemos visto cómo la recuperación de la actividad económica sorprende por su velocidad en la medida que los distintos países relajan los confinamientos. China, luego de caer un 35%, se recupera a un ritmo del 45%. La producción industrial, pivoteando sobre los equipamientos médicos, y la tecnología supera el nivel de diciembre de 2019. Las ventas minoristas potencian la recuperación.
Pero lo más notable es que las economías de Europa y Estados Unidos, mientras abandonan paulatinamente el confinamiento, ya muestran señales de recuperación. La recesión que oficialmente se inició en el país del norte a fines de febrero, habría sido superada en mayo. El informe de empleo de dicho mes fue inesperadamente positivo. Los consumidores comenzaron a comprar y los datos parciales de junio auguran que el comportamiento de ellos se mantiene sólido. Incluso New York, fuertemente afectado, muestra un repunte que disminuye la brecha con otras áreas menos impactadas.
Sin embargo, esta recuperación no alcanza a todos los sectores. El comportamiento del entretenimiento, turismo y hotelería se mantienen extremadamente débiles. Es un indicio de que la recuperación que pareciera haberse iniciado en Europa y Estados Unidos, siguiendo el camino que China ya transita, no será completa. Si bien su velocidad inicial puede ser tan rápida como la caída, volver al punto de partida tomará tiempo. Los sectores que requieren contactos sociales masivos y anónimos quedarán rezagados a la espera de nuevos tratamientos, vacunas o mayores grados de inmunidad. La recuperación mundial podría alcanzar un ritmo superior al 30% en el tercer trimestre y algo inferior al 10% el cuarto. A pesar de todo ello, la Reserva Federal estima que Estados Unidos verá el presente año una economía un 6,5% inferior a la del año pasado, recuperándose solo un 5% el próximo. La tasa de desempleo superaría aún el 5% a fines del 2021, mayor a lo que prevalecía hace solo unas semanas.
También es predecible que la economía será diferente cuando la epidemia del covid-19 haya quedado atrás. La tendencia al cambio en los sectores productivos, para beneficiarse de las nuevas tecnologías, se hará más rápido y acompañará las preferencias de los consumidores y su nueva disposición para adoptar esas tecnologías.
Existen algunas condiciones previas, que son claves para que estas proyecciones se concreten. Primero, debe contenerse el deterioro de la solvencia de las empresas y de la situación patrimonial de las familias. Las acciones de los bancos centrales y de los gobiernos están haciendo lo posible para ello y pueden ser exitosos si la recuperación se concreta con la velocidad que insinúa. En segundo lugar, y en el largo plazo, es indispensable que las decisiones fiscales y monetarias no precipiten desequilibrios macroeconómicos que sean un lastre para el progreso futuro. Una recuperación rápida y una meta ambiciosa de crecimiento futuro son indispensables desde esa perspectiva.
Por otra parte, la velocidad de la recuperación dependerá, a su vez, de que las lecciones aprendidas sobre el comportamiento de la epidemia sean aprovechadas en el futuro ante nuevos brotes. El congelamiento de las sociedades, a veces impuesto por las autoridades o simplemente recomendadas en aquellas más respetuosas de la autonomía de las personas, se justificó inicialmente porque se desconocía la verdadera letalidad, a quienes afectaba mayoritariamente o cómo se trasmitía el virus.
Con la información actual, paralizar la vida social, con el costo humano que acarrea, no es necesario. Es responsabilidad de los líderes incorporar las lecciones aprendidas y trasmitirlas. Ante nuevos episodios se debe dar énfasis en proteger a los grupos que se sabe vulnerables, que los servicios de salud adopten rápidamente las nuevas prácticas y técnicas y que los ciudadanos estén informados de las actitudes que efectivamente los protegen.
Las noticias diariamente mencionan nuevos brotes del virus y mientras no se conozcan tratamientos radicalmente mejores o se disponga de una vacuna efectiva, el peligro de que se adopten decisiones de gobierno o actitudes de la sociedad que precipiten una nueva recesión está latente. Pero lo que se conoce a la fecha, y las experiencias de diversos países que entregan un amplio abanico de opciones a emular o descartar, justifican el optimismo de que la recuperación global no quedará trunca.
Como toda situación crítica, la que vivimos hoy es aprovechada por aquellos que ven una oportunidad para transformar la sociedad según sus utopías o ansias de poder. Estatizar o empujar a la insolvencia a los emprendedores, transformar a gran parte de la ciudadanía en clientes políticos con aportes del Gobierno o basándose en objetivos loables, como una menor discriminación social, iniciar una revolución cultural violenta que pretende cambiar la historia.
Los supuestos antifascistas quieren derribar las estatuas, de quienes, como Churchill, derrotaron ese régimen. Conviene recordar las palabras de Thomas Sowell, un pensador y economista de raza negra y de origen humilde. A los líderes de “Black Lives Matter” no les importa el destino de los afroamericanos, solo les interesa consolidar su poder, prestigio e influencia. Entrega innumerables ejemplos de cómo las consecuencias de las acciones de activistas, finalmente dañaban a las familias de su raza y habían demorado su ascenso en la sociedad americana, que gracias a su progreso entrega grandes oportunidades.
Es posible ser optimistas. La fuerza innovadora de una sociedad global como la actual siempre nos sorprende. Basta que se contengan, aunque para ello se requiere coraje político; en parte, las pretensiones de los oportunistas que han aflorado, para que el mundo retome y acelere el avance absorbiendo los costos del drama que hoy se vive.
Gran parte de lo dicho anteriormente se aplica a Chile. Como Latinoamérica, vive con retraso la epidemia y hoy la Región Metropolitana parece estar sufriendo su apogeo. El impacto económico de las medidas adoptadas ya es de gran magnitud y las consecuencias en calidad de vidas son inevitables aún con las medidas de mitigación adoptadas. El Imacec de abril sorprendió con una caída del 14,1%, y mayo y junio probablemente sean peores. El desempleo, según la Universidad de Chile, superó en su última medición el 15% y si se consideran las 620 mil personas en programas de protección del empleo, la cifra oficial para el país sería similar.
Para este año es posible prever que la economía se contraerá más de un 7%. Las decisiones del Banco Central y del fisco han sido oportunas, pero mantener el equilibrio entre los tres aspectos destacados en el reciente acuerdo político es fundamental. Los apoyos sociales son indispensables, pero no son un sustituto permanente de los ingresos genuinos del empleo. La reactivación debe ser rápida, ya que aún la sólida posición macroeconómica de Chile no soporta un largo período de inactividad. Se requiere, eso sí, de un progreso más acelerado a futuro del que hoy se menciona, y cómo lograrlo, sigue siendo una tarea pendiente de la sociedad chilena.
Hoy, la gran mayoría debe saber de alguien más o menos cercano que ha sido afectado. Desde tiempos inmemoriales, la humanidad recurrió a soluciones mágicas ante estos desafíos de la naturaleza. Hoy sabemos que es inoficioso y peligroso. Solo una decisión balanceada de la autoridad en base a lo que se conoce, el buen desempeño profesional de quienes deben actuar en el área médica y decisiones conscientes e informadas de los ciudadanos harán posible superar en mejor forma este traumático episodio.
Dos sociedades más ricas que Chile, el estado de Nueva York y Suecia ya transitaron este drama. El primero, con una población solo levemente superior, y el segundo, con algo más de la mitad que los habitantes de Chile. Nueva York recurrió a medidas coercitivas y Suecia lo hizo confiando más en sus ciudadanos. Hasta ahora, tanto económicamente como en vidas humanas, Suecia ha tenido un mejor desempeño. De ambos hay algo que aprender; por ejemplo: el mayor número de fatalidades se experimentó en lugares precisos, como las casas de reposo. Sin embargo, lo más relevante de observar experiencias de países con mayores recursos, es constatar las dificultades por las que han transitado. Con ello quizás se evitarán las recriminaciones inútiles y los intentos desesperados. En vez de ello será posible concentrarse en acciones prácticas y concretas que sean realmente efectivas.