Un daño autoinfligido sería el cierre de las embajadas de Chile en Dinamarca, Grecia, Rumania y Siria. Desmerece los positivos planes de modernización que impulsa el canciller y la notable participación de la Cancillería en el reciente retorno de más de cien mil chilenos.
Las misiones permanentes son un instrumento indispensable para la protección de los intereses del Estado y de sus nacionales, para el acceso directo y continuo a los más altos niveles del país anfitrión, para informarse de su realidad y facilitar las negociaciones. Complementan y no restan a su cometido las episódicas visitas presidenciales, delegaciones de alto nivel y los avances tecnológicos y facilidades de viajes.
Clausurar una embajada, sin que exista un conflicto o deterioro significativo en la relación bilateral, es señal de desinterés que repercute negativamente en la influencia y competitividad. Asociadas están las repercusiones en la transferencia del conocimiento y aquellas comerciales, financieras y en las inversiones.
En los casos de tres de los países mencionados, concurren consideraciones geoestratégicas del bipolarismo, la competencia entre Estados Unidos y China, que hace de la Unión Europea (UE) un pilar de equilibrio, que merece ser fortalecido con relaciones sólidas con el mayor número de sus miembros influyentes. Habría que agregar que los tratados con la UE requieren del apoyo unánime de sus integrantes y existe una renegociación en curso.
Especial mención merece Dinamarca, por contar con valores compartidos, ser referente de países del centro y norte de Europa, y formar parte del grupo de los “cuatro países frugales” junto con Holanda, Austria y Suecia, determinantes en la UE.
Fue el primer país europeo que aprobó el Tratado de Chile con la UE, acoge a una apreciable comunidad chilena, es centro mundial del transporte marítimo, domicilio de la mayor naviera y primera transportista del comercio exterior nacional y sede de operaciones de una de las dos principales navieras chilenas. Su sólida economía nos ofrece un mercado superior a Noruega, Suecia y otros países en que mantenemos embajadas.
Con Rumania es destacable la estabilidad del vínculo, independiente de los cambios políticos, y las afinidades en el desarrollo minero y de la agricultura.
Respecto de Grecia, son relevantes las razones culturales y la influencia de sus nacionales en organismos internacionales, y de sus comunidades en el exterior, especialmente en los Estados Unidos.
Capítulo aparte es la embajada en Siria, reinstalada en años recientes con el propósito de servir a la importante y numerosa comunidad siria residente. También contribuye a la integración interna y externa de ese país, que atraviesa por una difícil situación.
Estas consideraciones pueden servir para valorar las embajadas residentes y aconsejan revisar la clausura de ellas en Dinamarca, Grecia, Rumania y Siria.