Ha sido lo más comentado de la semana por gente que es del fútbol y gente que no, por gente que conoce los hechos y gente que no. Y es que el tema da para todos y para todo. Desde lo deportivo a lo judicial, a lo ético, a lo delictivo, a lo comercial, a la farándula, a lo político, a los medios… Lo que usted quiera o se imagine. “El Presidente” es el título de la miniserie que se ha estrenado entre nosotros, produciendo un diluvio de comentarios.
No la he visto ni la veré. No soy cliente de la firma que la produjo y conozco lo suficiente los hechos reales como para verlos en el televisor adornados con flecos de ficción que tratan de magnificarlos y consiguen, en cambio, desfigurarlos, según los comentarios que me llegan por distintos medios. Es tanta la desfiguración, que ha dado hasta para que la familia de Julio Grondona, el legendario dirigente argentino, anuncie querella contra la productora, por uso de la imagen del fallecido dirigente. En la serie aparece mencionado tanto como lo fue y sigue siéndolo en la mayoría de los casos de corrupción del fútbol sudamericano. Además, los parientes aclaran que jamás fue juzgado ni condenado por tribunal alguno. Solo una fiscalía neoyorquina y el FBI fueron capaces de enfrentar y desenmascarar a la mafia mundial, encabezada, cómo no, por la FIFA.
Se suponía que sería nuestro país el mercado más atractivo para la producción, por ser el país natal del protagonista. Comercialmente puede ser, pero es, al mismo tiempo, el país con mejor crítica para su guion, contenido y personajes. Porque acá todos lo conocieron o se acercaron a un conocimiento más o menos cercano de Sergio Jadue. Los televidentes serían críticos estrictos de lo real y lo fantástico de la serie. Un reportaje publicado en estas páginas revisó seis episodios de “El Presidente” y solo uno resultó ser verdadero.
En las redes sociales han aprovechado de recordar que el Círculo de Periodistas Deportivos premió a Jadue como Mejor Dirigente (y han aprovechado de olvidar que se le retiró más tarde el premio). Debe reconocerse, en todo caso, que hubo en algunos medios falta de diligencia para investigarlo debidamente. En esta columna se le sugirió la renuncia con claridad. Y en la emisora donde trabajé se la pedí personalmente y denuncié, también en esta columna, a los medios que lo trataban con simpatía y asistían sus periodistas a cocteles bien servidos en sede de la ANFP. “¿Te referías a la radio?”, me preguntó el director después de leerla. “Sí”, le contesté. No me ofreció cambiar de línea (queera hacer propaganda a cambio de “exclusivas” o de no quedar fuera de las conferencias) ni nada. Tiempo después fui despedido.
En fin, la miniserie ha producido muchos comentarios, mientras el personaje verdadero sigue delatando y postergando su juicio en Estados Unidos. Los presidentes de la ANFP siempre serán personajes de interés público. Ahora parece venir “la era Milad”, el dirigente que agradecía la confianza del Presidente de la República y decidía mantenerse en la Intendencia del Maule sin presentarse a las elecciones de la ANFP (octubre de 2018) para bajarse del cargo apenas 17 meses después (mayo de 2020). Milad ha sido siempre deportista. Y político.