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Cartas
Viernes 05 de junio de 2020
Impuesto al patrimonio
Señor Director:
Ayer criticaron mi columna del sábado pasado, sobre el impuesto al patrimonio, cinco académicos. Lamento que sus argumentos sean demonizar a los ricos y santificar a los impuestos.
Agradezco que no refutaran técnicamente mis críticas a este impuesto: v.gr., que castiga el ahorro y favorece el consumo; que aplica dos veces impuestos a la misma plata, y que castiga el éxito, pero sobre todo disuade del esfuerzo por lograrlo, que es lo que genera externalidades positivas. Es como la lotería; todos los que compran números cooperan a financiar la beneficencia que persigue. Si al ganador le expropiaran su premio, nadie jugaría y todos se perjudicarían.
Por el contrario, se centraron en dos conceptos más bien políticos. La primera “joyita” es su aseveración de que “sin impuestos no habría riqueza”. Esa frase me evocó la de Churchill: “un país que trate de desarrollarse a punta de impuestos es como una persona que se meta adentro de un balde y trate de levantarse tomándolo de la manilla”.
Hay impuestos necesarios que contribuyen al desarrollo, como aquellos que se recaudan para financiar obras de infraestructura o un poder judicial independiente, y otros de dudosa utilidad, como los que financian exonerados falsos, ONGs parasitarias y académicos mediocres. En la U. de Chile se enseñaba que lo que desarrollaba a los países era el ahorro, la inversión, la educación y el trabajo. Y lo que permitía el desarrollo era el Estado de Derecho, las libertades individuales y el derecho de propiedad. Ahora parece que enseñan otra cosa y así estamos.
La segunda “joyita” es que todas las riquezas han sido mal habidas. Este es un recurso tan antiguo y artificial como falso y odioso. Lo primero para robarle a alguien es demonizarlo. Lo hizo la corona francesa con los templarios, los nazis con los judíos, los comunistas con los koulaks. ¿El resultado?: mucha violencia y todos terminaron más pobres y nadie más feliz. Uno esperaría mejor comprensión de estos académicos, respecto del origen y causa de la riqueza de las naciones.
Su argumento de que nadie se hace rico sino por medios ilegales o depredando la naturaleza no pasa de ser una opinión política, que suena resentida y resulta falsa y que al menos contradicen Gates y Jobs. Lo que sí les puedo asegurar es que escribir columnas en el diario o dedicarse a reclamar por más impuestos desde la academia o las ONG no ha hecho rico a nadie.
Gerardo Varela A.
Abogado