El colombiano Andrés Parra, el actor que interpreta a Sergio Jadue en la serie “El Presidente”, y que Amazon Prime está próxima estrenar, fue entrevistado por “Wikén” y a propósito del tono de la serie, dijo lo siguiente: “Es una tragicomedia llena de humor negro”. Algo que el tráiler, por cierto, reafirma.
Es la libertad creativa de los autores y se trata de una decisión irreprochable, sin embargo, sería reprochable no recordar que la sátira como la caricatura e incluso un hipotético patetismo, fueron creciendo con la distancia que dan con los hechos y después que cayeran desenmascarados; y así como algunos aguardan sentencia, a otros les sonó la campana y pasaron a mejor vida. Aunque con estos dirigentes cabe la otra alternativa: a peor vida.
Sergio Jadue fue un presidente notable y distinguido para la familia del fútbol y para la élite chilena, tanto la deportiva como la política y económica.
Ahora se le podrá leer como chiste, pero en su época fue todo muy serio.
El pasado oculto y mafioso no se consume con un dirigente payaso y grotesco, pero astuto, de riqueza súbita. En una serie, vaya y pase, pero nada de eso era así: Jadue y los demás eran ciudadanos especialmente respetables para la sociedad.
Nicolás Leoz tuvo una calle con su nombre en Coquimbo, Chile; Joseph Blatter recibió en La Moneda la Orden al Mérito Bernardo O'Higgins, y el chileno, como olvidarlo, el Cóndor de Oro que le otorgó el Círculo de Periodistas Deportivos en su aniversario 75, cuando lo consideró el Mejor Dirigente del Año.
Por algo a Jadue, los sucesivos Presidentes del país, Sebastián Piñera y Michelle Bachelet, lo saludaron con alegría, lo colocaron de ejemplo y se abrazaron repetidas veces con un dirigente que no era ni cómico ni satírico y tampoco broma, sino un fiel representante de valores como honradez, éxito, eficiencia y meritocracia.
Eran tan presentables los dirigentes de la Conmebol, que con Jadue como vicepresidente, se reunieron con el Papa Francisco por 50 minutos y afloró el lugar común de toda autoridad chilena, que sale y proclama que la reunión privada se extendió como nunca y que eso jamás ocurre: ¡50 minutos! Imagínense. La imaginación implica que debido a las gracias de los invitados, el buen Papa no se dio cuenta de cómo el tiempo pasó volando.
Para que el tiempo no pase volando, es bueno recordar que esas dirigencias pomposas vivían entre el boato y los gastos, exigiendo pleitesía y siempre con la obsesión del grado y la distinción, según un sistema alimenticio repleto de términos honrados, cuando se utilizan bien: viáticos, gastos de representación, beneficios, comisión de servicio, incentivos, bonos, extras, plus y así.
Después de eso, por supuesto, vino el upgrade de la trenza y el delito: sobornos, corrupción, robo.
En ninguna parte está el chiste, francamente.