Corría el año 2000 y la economía chilena seguía dañada por la crisis asiática. La recesión de 1999 había roto una racha de casi 15 años de crecimiento ininterrumpido y, con números escuálidos y un desempleo en 11%, las cuentas fiscales mostraban cifras rojas después de muchos años.
Fue entonces que el gobierno del Presidente Lagos decidió implementar una regla fiscal. La idea era simple: el gasto estaría anclado en una estimación de recaudación de mediano plazo, abstrayéndose del ciclo económico. En tiempos malos, como los que se vivían entonces, la recaudación efectiva sería menor que la llamada estructural, por lo que existiría un déficit, pero en tiempos de vacas gordas el mecanismo generaría un superávit.
La regla no era necesaria para justificar el déficit. La economía estaba muy débil y era entendible que el Gobierno se endeudara. Pero la regla era clave para entregar certezas, comprometer un comportamiento futuro y reafirmar a los inversionistas en momentos turbulentos. Esa era su principal virtud. La historia después es conocida.
Veinte años más tarde, el ancla se ha perdido. Por ello, un acuerdo sobre gasto en estos momentos críticos debe recordar que el espacio fiscal no solo depende de la situación actual, sino también del compromiso futuro. Así, el espacio para gastar hoy en Chile no está fundamentalmente definido por lo que hagamos en los próximos trimestres —salvo locuras—, sino por lo que hagamos el día después. La pregunta clave es cómo hacemos un plan hoy sin generar un descalabro fiscal mañana, cuyas principales víctimas serán las mismas familias que se quiere beneficiar.
Chile viene con una presión fiscal muy grande, y los programas de mayor gasto no se eliminan fácilmente. ¿Cuántos “bonos marzo” se han pagado? Por eso, prometer, sin más, que todo volverá a la normalidad a partir de 2022 no es razonable, porque no venimos de la normalidad. Aquí no basta simplemente con buenas intenciones.
Como las necesidades son muy grandes, un acuerdo fiscal rendirá frutos si junto con definir los déficits en el corto plazo, compromete su reversión y potencia el crecimiento. En esto, las alternativas posibles llevan a lugares diferentes. Algunos privilegiarán disminuciones de gastos y otros, fuertes aumentos de impuestos. Estas opciones no solo tienen impacto mañana, sino desde hoy mismo, por lo que conviene anticipar planes y transparentar posiciones.
La regla de Lagos cumplió un rol clave porque creó un espacio, al proponer un camino creíble y verificable. Cuando pregunte sobre el espacio fiscal existente, asegúrese de que su interlocutor le responda con claridad cómo se hará cargo de la situación el día después.