Dice Shakespeare. Nosotros la enfrentamos todo el día, todos los días, con otras palabras, de otra manera. Y es que, por un lado, la mente imaginativa y creadora no solo tolera la contradicción; la necesita y la aprecia. Las mentes más sencillas las enfrentan como amenaza.
En ambos casos hay una pulsión, una urgencia, por decidir. Eso se debe a una cualidad de la mente humana, que prefiere elegir que dejar la pregunta abierta. Y si sumamos la velocidad de nuestros tiempos, mientras antes resolvamos, mejor. ¡No tenemos tiempo que perder!
Sin embargo, no hay nada más bello y más definitorio de la humanidad que ser y no ser. Y debatirse en esa duda.
¿Soy buena? Sí. ¿Soy mala? A veces. Soy ambas.
Aunque sea en el pensamiento y con culpas terribles, muchas veces queremos que alguien que nos hirió sea a su vez herido. Lo que hace una mente sana es tolerar esas contradicciones y confiar en que la gran mayoría de las veces voy a hacer una opción bondadosa. Pero es igual de sano aceptar que un diablito nos diga lo que en la fantasía queremos, por ejemplo, ser malos cuando nos enojamos.
Una mente sana elige el bien, pero no niega la fantasía del mal. Una mente que no tolera esa ambigüedad, que es lo que nos distingue de los dioses, es una mente asustada de sí misma. Deshumaniza la existencia.
Mientras más se psicologiza la cultura, más prohibido está el mal como fantasía y, curiosamente, somos más y más poco generosos y sobre todo perdonamos cada vez menos.
Parece escandaloso lo que estoy planteando, pero si somos rigurosos en nuestra cultura religiosa (y, por ende, cauteladora de la bondad y el bien), empezamos con Adán y Eva. Ellos se enfrentaron a la fruta prometida y venció el bien.
La culpa, nuestra principal preocupación en la psicología, requiere que exista la posibilidad del mal. Es más verdadero el ser humano que quiere comerse la manzana que el que pasa de largo. Porque es la lucha contra nuestros instintos lo que nos hace fuertes. Se empobrece la vida cuando negamos el mal. Con preocupación, una reunión de especialistas enfrentó este tema y muchos postularon que la falta de conciencia de la ambigüedad puede a veces llevar a más mal que a más bien en la convivencia. Es más fuerte el que vence a un dragón que el que no lo ve y sigue de largo.