Surgen señales, modestas, de cambio ante la total falta de cooperación entre las naciones para enfrentar el covid-19. La nueva guerra fría y comercial entre China y los Estados Unidos, y la falta de liderazgos agravan la situación.
Hasta ahora predomina, entre los países, el sálvese quien pueda, la incompetencia de los organismos internacionales, se impone la ley de la selva, la transgresión de compromisos y tratados humanitarios, comerciales y financieros, vecinales y mundiales.
Se incautan equipos médicos comprados en el extranjero, se impide su exportación, se obstaculizan vuelos internacionales de ventiladores automáticos y otros insumos indispensables para controlar el contagio y permitir la sobrevivencia de pacientes críticos, facilitando así fraudes, mercado negro, corrupción y encarecimiento de adquisiciones sanitarias.
Casi inexistente es la colaboración entre los Estados sobre el origen, medidas preventivas y para la fabricación de vacunas para abordar la mayor crisis sanitaria en siglos.
El cierre de fronteras ha sido generalizado, extremado hasta abandonar a su suerte e impedir el retorno a sus países de origen de sus nacionales en el exterior.
La asistencia de los organismos multilaterales ha sido nula o bajo términos, como si viviéramos normalidad.
Forzados por la dura realidad de que ningún país está exento de las dramáticas repercusiones del coronavirus, comienzan cambios humanitarios globales, aunque incipientes y tardíos.
La Unión Europea (UE) y algunos organismos financieros internacionales están prontos a la aprobación de reformas y programas para mitigar los mayores costos de los servicios de salud, de la paralización productiva y otras repercusiones de la pandemia.
Angela Merkel ha dado un giro en su negativa a entregar mayores ayudas europeas sin condiciones. Junto al Presidente Macron, impulsa un fondo de emergencia por 500 mil millones de euros, no reembolsable y de uso discrecional en la UE, agregando préstamos muy favorables del Banco Central Europeo.
Las fronteras se están flexibilizando entre países vecinos. Nos consta en nuestro caso. Hasta Evo Morales celebró la colaboración chilena al retorno de bolivianos a su país. La Cancillería chilena ha organizado un tremendo esfuerzo con el regreso de más de 40 mil chilenos desde el extranjero y facilitado el retorno de otros miles de migrantes a sus países de procedencia.
Israel, que desde 2020 obligaba a trabajadores palestinos a salir diariamente de su territorio, está permitiendo su permanencia, mientras han cesado los ataques con cohetes y artillería desde Gaza y territorios palestinos.
Determinadas sanciones económicas internacionales se han relajado. Se celebran convenios para permitir el transporte sin riesgos de incautación y el libre comercio de abastecimientos esenciales para la población.
Podríamos estar en el inicio de una cooperación internacional más humanitaria, sensible y efectiva, aunque se está muy lejos de la inevitable reforma para mejorar el orden y la colaboración global.