Un amigo me pidió tener una reunión por Zoom. Me atrasé un par de minutos (no por el taco, claro) y cuando entré a la sesión no vi a mi amigo en primer plano, con su cara pálida frente a la pantalla. Pero un par de segundos después vi cómo en el fondo de la habitación un sujeto de espaldas abría cajones y movía papeles.
Como mi amigo vive solo, me inquietó un poco esa presencia y no atiné a otra cosa que a toser, un par de veces, para meter ruido.
-¿No estarás con coronavirus?, se escuchó por el parlante de mi computador. Era la voz de mi amigo.
-No, no. Dije yo, con tono convencido, pero blufeando, porque no tengo cómo saber si tengo, o tuve, o no el virus. He oído de gente que se ha contagiado pese a haber guardado la cuarentena más estricta.
Miré bien y me di cuenta de que el tipo del fondo era mi amigo. Estaba en bata, con una barba de dos meses, el pelo revuelto.
-¿¡Qué te pasó!?, le dije. Interrogando y exclamando al mismo tiempo.
-Nada, es que se me perdió lo que te quería mostrar. Por eso no te llamé por teléfono y te pedí que habláramos por Zoom.
-No, me refiero a por qué estás así, sin bañarte, sin afeitarte, en bata.
-Por nada en especial. Me estoy bañando dos veces a la semana. No necesito más y ahorro. Casi no tengo que lavar ropa, no gasto en prestobarba ni crema de afeitar. El champú me va a durar todo el año. No estoy saliendo a ninguna parte y pretendo quedarme aquí hasta noviembre, calculo. Puse a la venta el auto. Descubrí que necesito muy poco para ser feliz. Tengo buen internet, entonces leo el NYT todas las mañanas, teletrabajo, me traen bagels congelados una vez a la semana y hago yoga en vivo en las tardes.
-Estás mal, viejo. Eso no es normal.
-Exacto, esto es lo que los gringos llaman “new normal”.
-No, eso es otra cosa. Eso es tratar de salir a hacer las actividades que uno hacía antes, solo que con muchas más precauciones y replegándose al refugio cuando la situación lo requiere. Tú, más bien, tienes el “Síndrome de la Cabaña”.
-Me encanta la metáfora, siempre tienes buenas ocurrencias. ¿Me la regalas para postearla en Instagram? Además vi que abriste cuenta en Instagram. Cool.
-No es una metáfora, es real. Y es una patología. Se usa para describir a las personas que temen salir de sus casas porque el exterior les da miedo. Tu comuna nunca ha estado en cuarentena, porque casi no han tenido casos. No tienes por qué estar así de confinado.
-¡Pero mi alcalde ha pedido cuarentena total todos los días en los matinales! Yo le encuentro toda la razón.
Me dejó preocupado mi amigo. Creo que la salud mental será un temón de esta etapa que estamos viviendo en el planeta. Si me apuran, diría que también está con un poco de “Síndrome de Estocolmo”, por el modo en que habló de su alcalde.
Y mi amigo no es el único caso, he visto muchas situaciones similares en los últimos días.
Un diputado pensó que sufría del “Síndrome de Robin Hood”, porque creyó que les sacaba plata a los ricos para donarla a los pobres. Pero eso no ocurría, porque el flujo de fondos se estancaba en el camino y se iba a parar a una cuenta de ahorros. Pobre.
Esta pandemia nos está dando sorpresas todas las semanas.