Frente a la crisis que vivimos como país —expresadas en el estallido del 18 de octubre y posteriormente en la pandemia sanitaria, económica y social—, creo que llegamos al punto, como oposiciones, de enfrentar estas situaciones.
No obstante los esfuerzos señalados en mi columna anterior, en términos de colaborar constructivamente con el Gobierno para enfrentar la triple crisis que vivimos y haber señalado el camino institucional mediante el pacto del 15 de noviembre para conducir el estallido social hacia una solución democrática expresada en la consulta ciudadana, definida en la actualidad para el 25 de octubre y sus mecanismos de implementación, la situación actual de las oposiciones es deplorable.
Lo anterior se constata en la pésima evaluación ante la opinión pública de las diversas oposiciones y la carencia de liderazgos significativos para enfrentar a la derecha en los próximos eventos electorales; a eso se agrega la persistente y reiterada multiplicación de las divisiones y los enfoques al interior de la oposición.
Para muestra, dos botones: en estas mismas páginas, Jorge Burgos e Ignacio Walker llaman a su partido a la diferenciación y rechazan una perspectiva unitaria del conjunto de la oposición, y por otra parte, el quiebre del Partido Humanista, en el que literalmente el diputado Hirsch renuncia con la mitad de los militantes que participaron en el último plebiscito de ese partido sobre el retiro o permanencia en el Frente Amplio.
Frente al cuadro descrito, de una vez por todas debemos construir una plataforma unitaria; por último, por agregación sucesiva de partidos o conglomerados existentes frente a los siguientes temas: reiterar la vigencia del plebiscito del 25 de octubre, y a diferencia de una parte importante de la derecha, mantener dicho compromiso con la ciudadanía y solo evaluar su postergación bajo condiciones sanitarias negativas frente a la crisis económica y social derivada de la pandemia; perseverar en la protección del Estado al conjunto de la ciudadanía, estableciendo mayores ayudas en materia de ingresos y empleos así como profundizar la ayuda a todo tipo de empresas para que la economía no colapse y derive en una crisis social de envergadura.
En esto quiero hacer un punto a parte. La situación la veo muy complicada, la economía puede caer como nunca ha ocurrido desde 1990 y la tasa de desempleo puede llegar fácilmente a los dos dígitos en los próximos meses. Las soluciones hasta ahora planteadas son insuficientes y parciales. A modo de ejemplo: 4,7 millones de trabajadores están protegidos por el seguro de cesantía, ya sea por la vía del finiquito o por la vía de la suspensión temporal del empleo, pero ambas soluciones son muy precarias, considerando que el seguro corresponde al primer mes al 70% del último sueldo promedio; el segundo mes, al 55%, y el tercer mes, al 45%.
Considerando que el sueldo promedio en Chile, de acuerdo al INE, supera levemente los $500.000 y la mediana de ingresos alcanza los $400.000 mensuales, saque usted, estimado lector, las consecuencias de esta situación. En el caso de más un millón de trabajadores a honorarios, el apoyo máximo alcanza los $500.000 mensuales y en el caso de los más vulnerables, los trabajadores “informales” —que alcanza casi a los 3 millones de compatriotas, que se caracterizan por no tener ninguna protección y comer de su esfuerzo diario—, la ayuda gubernamental, hasta ahora, alcanza a $65.000 por persona al mes, o en el caso de una familia de 4 personas, a $260.000 al mes, ambas cifras bajo la línea de la pobreza que define el Estado de Chile. En este cuadro, las oposiciones deben perseverar en mayores ayudas para evitar una crisis social de proporciones, como la que vivimos durante la dictadura en la crisis económica de 1982 y 1983.
Con todo, se ven algunas luces en el camino, como la reciente aprobación de la rebaja de la dieta parlamentaria y de los altos cargos gubernamentales, así como en la próxima semana la eliminación de la posibilidad de la reelección indefinida de senadores y diputados, ambas señales simbólicas de respuesta a la ciudadanía al estallido social del 18 de octubre.
Finalmente, junto con las tareas mencionadas, las oposiciones deben empezar ahora a construir sus plataformas comunes, programáticas y electorales para enfrentar, en menos de un año más, las elecciones municipales y regionales, en las que la única condición esencial para el triunfo y la victoria es la unidad y no la división de las distintas oposiciones.