Si algo distingue al fútbol rioplatense y brasileño del chileno es el catálogo de su historia. En nuestro país, a pesar de que la selección nacional comenzó a jugar en 1910, que participó en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam de 1928, del Mundial de 1930, que el torneo profesional se inició en 1933, nunca tuvimos un caudal de datos suficientes para construir una tradición.
Hubo esfuerzos individuales hasta que los monumentales trabajos de Edgardo Marín, con “La Roja de Todos” y “La Historia de los Campeones”, comenzaron a edificar un registro con las dificultades naturales que implica reconstruir un proceso que no disponía de antecedentes claros y precisos. Esto recién fue en los años 80. Antes, Marín junto a Julio Salviat escribieron “De David a Chamaco”, en un libro que compiló a Colo Colo desde 1925 hasta 1975.
Marín y Salviat, desde la revista “Estadio”, rescataron un fútbol y un deporte que no creía en el dato. Esa carencia explica quizás el poco respeto que tenemos del pasado. Por eso muchas veces, a puestos clave, llega gente que no conoce la tradición y toma medidas impensables para una actividad que siempre tiene que mirar hacia atrás para observar lo bueno y lo malo.
Hace poco, un dirigente del fútbol que rozaba los 40 años, se jactaba de que en su etapa juvenil nunca leyó “Don Balón”. Me pareció increíble, no porque trabajé en esa notable publicación, sino porque quienes se acercan a esta actividad lo hacen primero desde la pasión o el gusto. Y un adolescente de los noventa, con una situación económica acomodada, que seguía el fútbol de manera frecuente, con seguridad tuvo acceso al menos a un ejemplar de un semanario que marcó a una generación de futboleros.
Por eso es tan importante la medida del CDF de transmitir en estos días los partidos de la Roja en el Mundial de 1962. Corresponde a un ejercicio saludable, que recoge un trozo de memoria, de un proyecto político, social, económico y cultural que enorgullece a nuestra sociedad. El país en su conjunto, a pesar del terremoto de 1960, organizó un campeonato del mundo en una admirable alianza público-privada.
El trabajo inconmensurable de Fernando Riera, que en algún momento algunos, desde el prejuicio social (y la envidia), pusieron en duda, se muestra macizo y contundente. Ese cuadro del “Tata” jugó bien y compitió como nunca lo había hecho una selección chilena. Ganarles a cuatro rivales europeos permanece en el tiempo.
Bien el CDF por traer estos partidos a millones de chilenos que hoy calibran a Jorge Toro, Sergio Navarro, Eladio Rojas, Carlos Contreras, Misael Escuti, Leonel Sánchez, Honorino Landa, Alberto Fouillioux, Raúl Sánchez, Luis Eyzaguirre o Jaime Ramírez Banda. Porque una cosa es leer o que te lo cuenten, pero otra, muy distinta, es apreciarlo desde la imagen. Ver 90 minutos no es lo mismo que un compacto.
Si TVN ilustró la tarde de los sábados con “Había Una Vez”, la propuesta editorial del Canal del Fútbol es una señal sustantiva. Cuando existen productos de calidad, bien armados, la gente responde. El archivo no muerde, pero ante todo, nunca muere.