El Colo Colo de la gran familia alba, ese espacio de cariño colectivo, tuvo su peak el año pasado, cuando Esteban Paredes, el más antiguo de los viejos tercios rompió un récord histórico, y el directorio va, decide y le regala 100 millones pesos, porque sí y porque podemos hacerlo, te queremos mucho y nunca te olvidaremos, pero que se entienda bien: con nosotros hasta el final de los tiempos, como si fuera una relación de familia, como de padre a hijo, eterna y permanente, para que sigas jugando, después entrenador, a lo mejor gerente y, en fin, ya le encontraremos algo a Esteban de los goles.
¿El honor de la marca? ¿El orgullo que se lleva por dentro? ¿La pureza de una proeza deportiva?
El presidente, Aníbal Mosa, y Paredes, despejaron las leseras: la noticia y lo que importó, fueron los 100 guatones. Te los doy, porque me sobran. Y los recibo, porque nunca están demás.
¿Cuál es el gran protagonista en el actual Colo Colo? La plata.
Tampoco pasa nada y no hay que alarmarse, porque es un asunto enojoso, pero normal, pese a la pandemia; algo irritante porque es mucha, pero el mercado es como es, la plata es lo que más cuesta ganar, y siempre habrá excepciones.
Además en Colo Colo se fortificó un aquelarre de referentes –léase jugadores al borde del retiro- que saben una cosa cierta: el futuro es sin guitarra, y otra incierta: cómo ganar plata en ese largo futuro.
Es la vieja historia.
Los dirigentes de los clubes, en el mundo antiguo, le tendían la mano a sus estrellas retiradas.
En la empresa del presidente había un trabajo de oficina o en bodega, pero algo cómodo, o bien de chofer, pero nunca dejaban solos al que tanto hizo por el club y de repente hasta se podía conversar con él: ¿te acuerdas del gol que le hiciste a Orfel Cortés en La Serena y de ese otro: cuándo dejaste parado a Kusmanic?
O bien en la municipalidad de la ciudad, algún puesto de empleado no sé si fiscal, pero con contrato en lo posible o hasta de honorarios, pero pídale al que jugó de defensa central que tiene que espabilarse, o sea, ir a Impuestos Internos y sacar boletas, porque estamos en el mundo real. No le podemos dar todos los meses un sobre con plata ¿O sí? A veces era así, ocasionalmente.
También un préstamo blando, y tan blando que hasta era sin devuelta, para instalar un negocito, que podía ser un puesto, o comprarse un taxi usado, pero en perfectas condiciones.
En el anciano régimen patronal que regía los clubes, esos gestos eran silenciosos, afectuosos y acaso culposos, por la corta vida del futbolista y por lo injusta, irregular y desequilibrada que es la vida en general.
En la actualidad y en el mundo de las Sociedades Anónimas, en Colo Colo particularmente, las cosas son distintas.
Está la plata, se desconoce la sinceridad y el cariño se les fue.
Hay 100 guatones.