Esta película comienza y termina con dos planos estúpidos: un viaje por el “interior” de un diamante que luego pasa a un intestino, y otro a la inversa, desde la perforación de una bala hasta dentro del diamante. Por fortuna, las películas no están hechas solo de sus planos iniciales y finales, de modo que no siempre es necesario juzgarlas por eso.
Esta es la historia de Howard Ratner (Adam Sandler), un comerciante de joyas de Nueva York, de origen judío, víctima de una ludopatía incontrolable, que lo conduce a meterse en deudas y apuestas cruzadas a un mismo tiempo. La cadena empieza en algún punto anterior al relato: Howard ya está metido en un lío de préstamo pendiente con su cuñado y un hombre violento que se ha cansado de esperar.
Pero ahora se ha podido hacer de una rara piedra etíope sin cortar, que se convierte en el amuleto de una celebridad del básquetbol, Kevin Garnett. Howard cree tener la nueva oportunidad de acertar a un pleno, como de seguro lo ha creído muchas veces antes. Y, como siempre, la estira y la estira, mientras trata de conservar a su familia y a una amante fogosa mucho más joven, otra forma extendida de su extremismo apostador.
Los hermanos Benny y Josh Safdie, directores de otros dos largometrajes anteriores, filman con el sentido del apremio y con todo el ruido ambiental que quiere comunicar el doble caos interno y externo de la vida de Howard, atrapado entre un mundo que le abre y le cierra los brazos y un impulso neurótico que le impide detenerse. Howard es una víctima de su condición psíquica tanto como del mundo que lo ha creado, y lo que la película sugiere es que esa fusión se ha vuelto indiscernible.
Hay elementos de este estilo que remiten al cine de los años 70 y, en particular, a Martin Scorsese (que además es productor ejecutivo), y quizá, después todo, no parezca tan distinto de Howard el Ace Rothstein de
Casino, también judío aunque metido entre católicos, también sacudido por un montaje acelerado y una cascada de imágenes inestables. El tema no es Howard, sino el frenesí en sí mismo, la vida desbocada, excesiva, sin parar. Por las fisuras de esa vida aflora, como siempre, la culpa, pero en esta dimensión más teológica Scorsese es inalcanzable. Los hermanos Safdie solo la rasguñan, sin empeñarse mucho.
¿Y los planos estúpidos? Bueno, lo son porque proponen una metáfora ramplona y no llegan a significar nada mayor que las ganas de intentar una proeza visual que, para colmo, está archirrepetida.
Todo el resto, en cambio, tiene su enervante interés propio.
Uncut GemsDirección: Benny y Josh Safdie.
Con: Adam Sandler, Lakeith Stanfield. Keith William Richards, Idina Menzel, Julia Fox, Kevin Garnett,Eric Bogosian.
135 minutos.
En Netflix.