Según dicen, el tercer consumidor de té en el mundo es Chile. Válganos. La planta de té nació en los Himalayas, que producen el té Darjeeling, maravilloso, oloroso a moscatel. Pero emigró, en tiempos de Maricastaña, a la China, donde produjo en los chinos la misma adicción que el tereré en los paraguayos, que no soportan más de diez minutos sin chupar su mate frío de “yuyos”, que eso es el bebedizo.
Con ser China fuente inagotable de té, plantado hasta en las laderas más escarpadas, adonde sólo monos amaestrados trepan a cosecharlo, es entre japoneses e ingleses que el té ha producido más manías, protocolos y alharacas. Si Usía ha visto la ceremonia japonesa del té, habrá quedado desalentada de beber un pichintún de pócima entre tanta reverencia y sacudidas con hisopos y zarandajas. Además, es un té de olor penetrante: nos contaba un viajero que, cuando el tren cruza, en Japón, una plantación de té, hay que taparse las narices; no nos consta, pero aseguramos que no vamos a tener esa experiencia. Y, en el otro extremo del orbe, Inglaterra apenas va a la zaga del Japón en esto de los tiquismiquis en torno al té: la “
gentry” vierte primero el té en la taza, y luego agrega la leche (una gotita) para “nublarlo” apenas, en tanto que las “
working classes” vierten primero un poco de leche y luego el té, para mezclar todo sin necesidad de revolver (así se ahorran el lavado de la cucharita). Los primeros sólo aceptan comer con el té tostadas, sándwiches de pepino y algún quequecito, en tanto que las segundas se zampan con el té todo tipo de “
pork pies” y porotos con dulcísima salsa de tomate sobre tostadas y otras porquerías (que lo son al menos para esa hora). Ah, porque el té cumple también en esto su función de diferenciador social: los elegantes lo toman a las 5 de la tarde, y los otros, a las 7, con la comida (que, por eso, denominan “
high tea”).
En fin, Chile, esa otra “isla”, ofrece el lamentable espectáculo de millones de “pescadores” hundiendo, innumerables veces al día, la bolsita en una taza de agua tibiona, como quien hunde un anzuelo en el estero, hasta que “da color”, o sea, unos 30 segundos (que quede “simplecito”); 4 cucharadas de azúcar, estruje de la bolsita con su propio hilo, para extraerle toda la sustancia y pa'entro, mi alma… Es para llorar a gritos.
Tea time cakeBata 120 gr de mantequilla y 90 gr de azúcar hasta que esté blanca. Agregue 2 huevos enteros. Bata hasta que esté lleno de globitos. Añada 120 gr de miel, revuelva y, de a poco, 120 gr de avena, alternando con 120 gr de harina con 10 ml de levadura seca. Si queda demasiado seco, aclare con un poco de leche. Vierta a un molde. Hornee a fuego suave 45 min.