Encerrados y solo con la posibilidad de contacto a través de alguna plataforma comunicacional de esas que se han hecho conocidas en estos días, los dirigentes chilenos —convocados por la mesa de la ANFP— se reunieron virtualmente la semana pasada para analizar los nuevos y complejos escenarios de la actividad futbolística chilena, originados por la pandemia.
Es obvio que el aspecto económico fue el tema más relevante de la conversación. Los clubes nacionales, como está más que comprobado, sin Polla Gol (en décadas anteriores) o el CDF (en la actualidad) son incapaces de subsistir porque ellos —ya sean corporaciones o sociedades anónimas— nunca han mostrado interés o eficacia para diversificarse. Con honrosas excepciones, las instituciones criollas son dependientes de las repartijas o dádivas que genera “la industria”. Así ha sido siempre.
Por ello es que, en momentos de vacas flacas, cuando el dinero escasea y la plata segura ya no es tanto, el foco se pone en tratar de salvar la situación, tirando a la mesa ideas para que el efecto no sea devastador. La primera de ellas fue ir a la banca a buscar créditos para ser cubiertos con dineros que se supone se recaudarán a futuro (los del CDF, por cierto). Y lo segundo, como buenos chilenos, formar una comisión con el mandato de explorar alternativas de formato para el torneo nacional que se estaba jugando y que se supone tendría que volver en un par de meses.
La famosa comisión la integran Marcelo Espina (Colo Colo), René Rosas (U. de Concepción) y Johann Giese (Deportes Iquique), y ya trascendió cuál fue la primera propuesta: si el torneo debe reanudarse después de junio, está la posibilidad que, en lugar de seguir con las fechas consecutivas del campeonato, se arme otro, corto y con playoffs, utilizando un sistema de promedios para el sistema de promedios que ya tenía el campeonato anterior.
Uff. Aquí cabe el dicho popular: ¿Qué es un camello? Es un caballo luego de pasar por una comisión…
Claro, porque no se entiende bien cuál sería la ganancia del cambio de formato a estas alturas. ¿Tendría algún efecto positivo real?
Aparentemente, no.
Si lo que se quiere es comprimir la extensión del campeonato, no se logra. Contando que en un torneo corto se debe jugar una rueda completa de 17 fechas (como la segunda del actual campeonato) y al menos ocho fechas ida y vuelta de playoffs (desde octavos hasta la final), entonces solo se reduce mínimamente la cantidad de fechas que hoy quedan por jugarse en el torneo largo.
No es todo. Habría que considerar que los equipos que no se clasifican a los playoffs quedarán sin actividad antes del término del año, (salvo los que eventualmente jueguen una liguilla por el descenso, que debería inventarse). Y ello si bien trae “alivio” a algunos clubes, porque significaría poner término anticipado a contratos (a ver qué dice el Sifup), también le otorgaría al CDF la opción de rebajar los montos de dinero asignado a los clubes, amparados en una eventual fuga de abonados (no se puede pagar lo mismo por nueve partidos por fecha que por cuatro o dos).
Complejo. Mejor que se conecten de nuevo para resolver el entuerto antes de que se produzca.