Cuando pase el tiempo y nos refiramos a este interminable receso, seguramente habrá un capítulo especial para lo mucho que revisitamos —en todo el planeta— nuestra historia. El imperio del archivo, las listas y rankings, los entrevistados de la nostalgia y las efemérides han llenado la programación inacabable de los deportes cuando todo era normal.
Es en ese ejercicio donde comienzan a marcarse las diferencias generacionales. Los más jóvenes, que no tuvieron ni las ganas ni las oportunidades de asomarse al pasado, habrán descubierto que nada es tan tajante, ni absoluto, ni rotundo como lo marca el dictamen de los más exaltados. Antes no se jugaba tan lento como dicen, ni la intensidad está reservada para el siglo XXI, ni la historia comenzó cuando Francis Fukuyama decía que se había terminado.
El valor intrínseco del comparativo nos habla de jugadores retirados que hablan del juego con cariño, con resignación y con la sensación de que una porción importante de su gesta ha pasado al olvido. Los actuales, sin más horizonte que la trotadora, los abdominales y el videojuego, se exhiben más abiertos a las confesiones a través de un formato que siempre les acomodó: las redes sociales. Es allí donde dejan sus confesiones, aunque, a la vuelta de la esquina, y tras el bosque de los aduladores, las hienas de la furia los estén esperando ansiosas.
Es un universo más amable, más íntimo, más abierto. Conocemos las casas de la gente, mostramos la propia, retratamos nuestros problemas y las esperanzas. Salimos al balcón de la humanidad para evidenciar nuestras grandezas, pero también nuestras miserias, y un mundo sin fútbol, sin deportes, sin transmisiones ni multitudes nos parece un lugar más hostil, más lejano, más ajeno, más impersonal, más impreciso.
En el mundo de la distancia, del recelo, del abrazo virtual, de la reclusión, el ansia por volver a desatar la pasión roza siempre con la incertidumbre del retorno. Agosto, quizás septiembre. Y entendiendo que será otra cosa. Tomar la Libertadores de donde la dejamos será extraño y seguramente la consigna será jugar todo, rápida y ansiosamente, para poder hacer el borrón y cuenta nueva, en otro universo construido con parámetros diferentes, estructuras distintas.
No es casual que en medio de la crisis el Barcelona haya evidenciado sus problemas más impensados. Se habla de desfalcos, de grietas, de roces que obligarían a partir a Lionel Messi. Cristiano Ronaldo debe haber vivido su propia pesadilla en Italia y querría buscar nuevos aires. La hiperinflación de precios y de talentos que hubo en su momento se frenará con ostentación y aspavientos, pero siempre quedará la fe que en la revisión de los archivos, de viejos partidos, de protagonistas que renacen, de hechos que marcaron nuestra historia exista un poco de la esencia que nos haga volver a lo que fuimos.