La reducción de salarios, acogiéndose a la Ley de Protección del Empleo aprobada para paliar los efectos en el mercado laboral del covid-19, atravesó al fútbol local durante la semana. En varios clubes la práctica se instaló de manera unilateral, mientras que en otros fue una decisión dialogada. Los futbolistas, a diferencia de sus colegas deportistas de la Liga Nacional de Básquetbol, poseen un colchón y la seguridad de un sistema que garantiza sus remuneraciones cuando la industria enfrenta una crisis que no muestra fecha de vencimiento.
Una situación compleja. Cuando retorne la actividad es posible que genere consecuencias deportivas. Los planteles son sensibles a las formas. Si la determinación dejó heridos, la probabilidad de que se refleje en los resultados no es un despropósito. No se habla que vayan para atrás. Es, simplemente, una constatación histórica, aunque con algunas excepciones. Cuando algo se quiebra es difícil recomponerlo. Más aún si el dinero es el protagonista.
En Colo Colo aún no lo resuelven, pero los acercamientos delatan molestia de los futbolistas. Las universidades de Chile y Católica aún no dan señales sobre este tema, pero en el actual cuadro de situación, en el que los clubes de Primera División solo jugaron siete partidos desde el 18 de octubre, con auspiciadores que no encuentran —en este caso por fuerza mayor— rédito a su contribución, las restricciones son razonables.
Desde la ANFP viene un mensaje a partir de la rebaja en el salario del cuerpo técnico de la selección nacional, encabezado por Reinaldo Rueda. El acomodo será general. Sin embargo, los dirigentes que no tienen en sus cálculos la devolución íntegra de los dineros a los jugadores corren un riesgo: el eventual llamado a huelga por no cumplir los compromisos pactados.
No es un diagnóstico tremendista. Solo es la comprobación de la historia del movimiento sindical de los futbolistas en el último cuarto de siglo. El Sifup cohesiona a sus asociados en estas situaciones de conflicto salarial. Junto a los trabajadores del cobre y los funcionarios públicos, no existe otro gremio que sea capaz de presionar como lo hacen los jugadores. En esta ocasión, las distintas posiciones de los clubes contrastan con la unidad que en su momento surgirá en la asamblea de los capitanes.
Con 27 fechas por disputar en la serie mayor y agosto como el mes en el que se volvería a jugar (en el escenario más optimista), sin olvidar las eliminatorias, Fiestas Patrias y el Plebiscito de octubre, lo más lógico es que el calendario obligará a extender la competencia hasta enero. Todo dependerá de cuántas jornadas se dispongan a mitad de semana. Las vacaciones se aplazarán y el receso será breve. Esperamos que nadie reclame, porque la deuda con el CDF es amplia y la subsistencia estará en juego.
Por ahora, la nostalgia nos acompaña con la revisión de la Roja o el repaso en los archivos de YouTube. Al mirar la campaña de Unión Española en la Copa Libertadores de 1975, cuando llegó a la final, la figura de Sergio Ahumada se agiganta. Un jugador extraordinario que casi siempre hizo goles que valían oro.