A fines del 2008, General Motors decidió cerrar su planta de camiones en Dayton, Ohio, cortando el empleo de unas 2.000 personas. Seis años más tarde, un multimillonario chino, Cao Dewang, llega hasta Dayton para reinaugurar las enormes instalaciones abandonadas por GM con la fábrica de vidrios para automóviles Fuyao, que según uno de sus ejecutivos estadounidenses, abastece 70% del mercado nacional.
Siguiendo sus particulares teorías sobre lo que significa una fábrica china en el antiguo corazón industrial de Estados Unidos, Cao designa a ejecutivos locales en los dos primeros cargos de la administración y se preocupa de que los chinos expatriados, todos con rangos de supervisores, se instruyan en la cultura norteamericana. El experimento tendrá sus días contados.
El presidente Cao es un hombre inescrutable. Nada se dice sobre su pasado, aunque es público que Fuyao comenzó a operar en la Bolsa de Shanghái en los 90, después de haberse constituido como grupo en la década anterior. Pero, como dice uno de sus empleados en un momento de este documental, “la empresa no se puede imaginar sin el apoyo del gobierno”. Es obvio que una carrera en el PC de China está detrás de su fortuna. Pero la película no hace de Cao un sujeto misterioso: solamente silencioso.
Esto es central en sus definiciones.
American Factory indaga en el choque entre dos culturas laborales, la china y la norteamericana, que pueden ser lo más opuesto del planeta. No las juzga. No declara la superioridad de una sobre la otra. No abusa de las rarezas de unos u otros. No juega al descubrimiento de secretos financieros. Ni siquiera busca documentos ocultos, ni desclasificar nada.
Busca hacer lo que es más difícil: revelar aquello que, estando casi a la vista, solo se detecta en los gestos a medio formular, las frases a medio decir y todo eso que se suele llamar “la buena voluntad”. Lo hace además, sin guardarse esos momentos donde las diferencias se desatan y se vuelven hilarantes. No es que a los norteamericanos les gusten los sindicatos y a los chinos, no: es que ¡qué ideas de sindicatos!
Esta película, promovida por Higher Ground, la compañía de Barack y Michelle Obama, ganó el Oscar de este año al Mejor Documental. En 2009, sus directores también fueron nominados, en la categoría Corto Documental, por
El último camión: cierre de una planta GM, que registra justamente el caso de Dayton. Desde 1971, su fuente principal de materiales ha sido el estado de Ohio. Y pese a lo mal que filman, a su nula inspiración narrativa y a sus entrevistas de aficionados, han logrado lo que importa en el documental: acercarse a algo que parece la verdad.
Dirección: Julia Reichert y Steven Bognar.
Con: Cao Dewang, Dave Burrows, John Gauthier, Jeff Daochuan Liu, Junming “Jimmy” Wang, John Crane, Sherrod Brown.
110 minutos.
En NETFLIX.