Me sorprendió el viernes el mensaje de una periodista peruana que quería preguntarme sobre la “exitosa estrategia de Chile” para enfrentar la pandemia. Desde que estamos encerrados, haciendo teletrabajo, con reuniones vía Zoom y solo al teléfono y wasap con la familia, hemos perdido un poco la perspectiva de la realidad, esa que vemos en la televisión, pero que no acertamos a encajar bien en nuestros análisis comparativos.
Chile, según mi colega peruana, es un ejemplo en la región por el manejo sanitario. Busco y encuentro en la BBC una nota elogiosa, en la que se destaca la baja tasa de letalidad que ha tenido el coronavirus, a pesar del alto número de contagiados. Nuestro país estaría muy por encima del resto de América Latina y a la altura de Corea del Sur, Japón y Alemania. Nada de mala la comparación; son países tomados como ejemplos de buen control de la enfermedad.
Estamos acostumbrados a escuchar críticas severas al sistema de salud pública. La capacidad hospitalaria es limitada, dicen, faltan insumos y medicinas y no hay suficientes respiradores artificiales. El número de camas en las unidades de cuidados intensivos no dará abasto cuando se llegue al peak de los contagios y se requiera hospitalizar a todos los enfermos graves. Tampoco hay suficientes médicos ni personal especializado.
Todo eso parece real, pero ni los hospitales más avanzados de los países desarrollados han mostrado una capacidad instalada para enfrentar un desafío de esta magnitud. Todos han debido improvisar y ser creativos para adaptarse a las circunstancias. Pero en los noticieros de televisión se preocupan de las absurdas polémicas que el ministro de Salud tiene con alguna alcaldesa, en vez de realzar los planes de prevención y los logros alcanzados.
Es verdad, no hay que ser triunfalista. La pandemia recién está comenzando. No se puede calcular el ritmo de avance y el momento más crítico será, probablemente, cuando lleguen los meses de invierno, o antes, esos que por el frío y la contaminación hacen un perfecto hábitat para la proliferación de virus y bacterias.
Hasta ahora, la única herramienta eficaz para mantener a raya el covid-19 ha demostrado ser el alto número de test y el aislamiento de los contagiados. En Chile se hacen unos tres mil diarios, según las autoridades; en Alemania, hasta 70 mil al día —para una población de 82 millones de habitantes— y recomiendan llegar a los 200 mil exámenes. ¿Se podrá alcanzar un número equivalente acá?
Se suele hacer comparaciones de Chile con los países OCDE, y con eso se pierde el foco de que somos de los más “pobres” del grupo y que estamos en una región donde los recursos son escasos y las crisis recurrentes. Es una buena señal que, así como en otras estadísticas —desde la escolaridad, al gasto per cápita en salud—, aparezca Chile liderando la “guerra” contra el covid-19 en América Latina, muy por delante de las potencias regionales, Brasil, México o Argentina.
Esto es esperanzador: los esfuerzos se concentran en derrotar a un virus y se dejan atrás los meses de desconcierto y violencia que provocó el llamado “estallido social”.