Las medidas tomadas mundialmente para contener la propagación del covid-19 y no saturar los servicios de salud, y los cambios de conducta de personas y empresas, están generando una importante contracción de la actividad mundial, especialmente en los sectores de servicios, que son el sector más importante de las economías del siglo XXI y también los que generan más empleos.
Las primeras lecturas sobre los efectos económicos del covid-19 se obtuvieron de China, donde se inició la epidemia. La caída de la actividad en los meses de enero y febrero fue mucho mayor que la esperada, lo que encendió las alarmas sobre lo que podía suceder en el resto del mundo cuando el virus se propagara a otros países. Esta preocupación creció en marzo, por la rápida propagación del virus en Europa y después en Estados Unidos y, sobre todo, cuando los indicadores de actividad en Estados Unidos, la Zona Euro (ZE) y Japón mostraron una importante caída, especialmente en el sector servicios, desatando su colapso en Europa, especialmente en Italia. Por el lado del empleo, los resultados también han sido malos. Solo en Estados Unidos se han destruido más de 10 millones de empleos en las últimas dos semanas.
Tomando en consideración la expansión del covid-19 y sus efectos, los organismos internacionales y la banca de inversión han ajustado significativamente a la baja sus proyecciones de crecimiento para este año. Así, en China ahora se proyecta que el crecimiento de este año estaría entre 0 y 3%, la tasa más baja de los últimos 50 años. En Estados Unidos el producto caería entre 2 y 6%, en la Zona Euro entre 2 y 9% (con una caída en torno a 6% en Alemania y una mayor en Italia) y el PIB mundial entre 1,5 y 3%. Estas proyecciones tienen un amplio rango por el alto grado de incertidumbre relacionado a la dinámica que seguirá el contagio a nivel mundial, la evolución de las políticas de confinamiento y restricción a la movilidad, y el efecto que tendrán las variadas y agresivas medidas económicas que los países han estado implementando. En esto, una buena noticia es que la economía comienza a recuperarse en China.
La mayoría de los países han estado introduciendo medidas para contener y administrar el contagio y programas para asistir a las empresas y trabajadores afectados por el virus, con el objeto de evitar altas tasas de destrucción de empresas y empleos, para así mitigar los costos y crear las bases para la recuperación una vez que el covid-19 se haya controlado.
En esta línea, los bancos centrales han reducido las tasas de política, incrementado la compra de bonos y efectuado intervenciones de liquidez en segmentos específicos del mercado de renta fija y de crédito. Las autoridades fiscales, que esta vez han estado muy activas, han introducido programas para apoyar a los trabajadores y a las empresas. Entre estos, se han introducido medidas de gasto y de crédito: postergación y/o reducción de impuestos; garantías y líneas de crédito; extensión de la duración de los subsidios de desempleo, y compensaciones tanto a trabajadores enfermos —en cuarentena e informales— como a trabajadores formales con suspensión temporal de sus contratos o que enfrentan reducción de jornada por problemas de las empresas donde se desempeñan. Algunos han ido más allá con pagos directos a las familias. En la parte regulatoria, los países han estado liberando colchones de capital y de liquidez y ajustando los criterios de provisiones para facilitar las reprogramaciones de créditos de personas y empresas.
Este severo shock encuentra a la economía chilena muy débil a causa del shock del 18 de octubre pasado y la violencia e incertidumbre posterior. La estrategia de contención de Chile se nutre de la experiencia internacional e incluye: inversión en salud para enfrentar la epidemia —equipos de testeos, capacidad hospitalaria, reforzamiento de equipamiento médico—; medidas de distanciamiento social —suspensión de clases, cierre de fronteras, declaración de estado de catástrofe, toque de queda y cuarentenas selectivas en zonas con un alto número de contagiados—, y medidas de mitigación y preparación de la economía para la recuperación.
En medidas de mitigación, el Banco Central ha bajado la tasa hasta el 0,5% y, lo más importante, introdujo una serie de iniciativas para apoyar la liquidez de los mercados de bonos y de crédito, apoyar el crecimiento del crédito bancario, especialmente a pymes, y expandió sus programas de REPOs en pesos y en dólares. En paralelo, en política fiscal, se aprobó un programa por US$ 11.790 millones (4,7% del PIB), que incluye tres componentes. Uno mayoritario de medidas de liquidez, un segundo componente con medidas de aumento de gasto —salud, protección de empleos e ingresos de los trabajadores formales, subsidios a los trabajadores informales y un fondo solidario de apoyo a microempresas— y un tercero que incluye una capitalización adicional del BancoEstado y aportes a los fondos de garantías de crédito de Corfo. Por otra parte, la Comisión de Mercado Financiero (CMF) anunció una serie de medidas para facilitar el flujo de crédito a personas y empresas.
Estas medidas están bien orientadas para enfrentar los problemas que estamos viviendo. Sin embargo, dado que probablemente esta emergencia durará varios meses, va a ser necesario complementarlas con subsidios adicionales a los trabajadores informales que también beneficien a los independientes. Pero tal vez lo más importante, complementar las medidas del Banco Central y de la CMF con garantías del Estado para que el crédito fluya a las empresas solventes, que enfrentan acuciosos problemas de liquidez en el corto plazo y enfrentarán problemas de acceso al crédito cuando la epidemia se controle y se pueda iniciar la recuperación.