El ambiente económico se ha deteriorado fuertemente, por lo que es necesario ser agresivos en las propuestas. Si alguien tuvo dudas de los efectos de las cuarentenas, basta ver los diez millones de estadounidenses que en 15 días acudieron a pedir su seguro de cesantía. Existe una imperiosa necesidad de obtener fondos para ir en ayuda de las personas que han perdido sus trabajos y de las empresas urgidas de financiamiento. Sin embargo, aunque situaciones extraordinarias exijan acciones extraordinarias, esto no significa que todas las herramientas entren en esa categoría. Hay algunas que simplemente no pasan el cedazo de lo razonable.
El uso de las platas ahorradas por los chilenos para su jubilación debe resguardarse para ese objetivo. Llevamos años discutiendo la necesidad de aumentar las pensiones, y de aumentar el ahorro con mayores cotizaciones. Meter mano a los fondos acumulados para la vejez atenta directamente contra ese objetivo. Para eso existe el Fondo del Seguro de Cesantía, que a fines de 2019 contaba con recursos superiores a los 12.500 millones de dólares en sus cuentas individuales y en el fondo solidario.
Otra mala idea es que el Banco Central financie los gastos del Gobierno. Es demasiado larga la historia de gobiernos desordenados que recurrieron a la maquinita para financiarse y el resultado terminó siendo nefasto. Si por razones técnicas se requiriese la intervención del Banco Central en mercados secundarios de deuda pública, la ley debiese ser cuidadosamente redactada para no abrir esa puerta.
Si la realidad amerita más gastos, el Gobierno deberá salir a endeudarse para cubrir sus transferencias y deberá ampliar el otorgamiento de garantías —que también es deuda, pero contingente—, para facilitar el financiamiento de los privados. En la actualidad, el costo de financiamiento del Ejecutivo es bajo, y sigue reflejando que los mercados financieros están abiertos a la deuda pública chilena. Así, queda un buen trecho en este camino antes de caer en soluciones que abran forados en la institucionalidad.
Es evidente a estas alturas que, dada la profundidad de la crisis y la necesidad de mayor gasto, las cuentas fiscales saldrán abolladas en esta pasada. Por ello, tiene razón el exministro Nicolás Eyzaguirre al anticipar que se deberá reevaluar la agenda de gasto hacia adelante. Para que el país salga bien parado de esta crisis, el Gobierno deberá desplegar todas sus herramientas. Pero al mismo tiempo, el país hará bien en anotar —para no olvidar— que la salud de las cuentas fiscales no era un fetiche neoliberal.