El panel matrimonial, debido al ahogo y guarda obligada, se ilumina de modo alarmante, por falta de combustible, puertas abiertas, líquido de frenos, carburación excesiva, refrigeración mínima y el vehículo es un cascabel de crujidos.
Tratemos de seguir avanzando.
Un primer consejo es el incentivo, que siempre agradecen los que celebran aniversarios y llevan juntos tantos años.
¿En qué consiste?
En que un mes de encierro equivale a un año normal, y el segundo y tercero se contabilizan de lustro en lustro.
Si llevan 24 años de casados, después de abril y a comienzos de mayo, ya pueden celebrar las Bodas de Plata: un cuarto de siglo.
Si van por los 19, un año por abril y cinco por mayo: otras Bodas de Plata.
Si van por los 9 y se llega a tres meses de cuarentena, se suma un año por abril, cinco por mayo y otros cinco por junio, por lo que en julio llevarían ¡escuchen bien! ¡20 años de casados!
Así es como un encierro matrimonial vale la pena y tiene sentido: ¡con recompensa!
Si tienen dudas, por favor, llamen a la pareja que los aconsejó en las charlas prematrimoniales, pero con precaución y antes se aseguran de que no se hayan separado.
¿Dónde se pueden aislar? Eso es lo otro. Está el patio, si es amplio, o la terraza, pero se sentirán en vitrina y eso enferma. Dentro del departamento o casa, jamás en el clóset, a menos que sea un walking closet, lo que permite cierta holgura y paseo, según el modelo del paso corto y rítmico del manual de Alcatraz.
En las conversaciones, uno de los dos cónyuges debe optar por los monosílabos, independientemente de la densidad del tema. Esto ocurre de manera natural entre los hablantes matrimoniales y están el rol de cátedra y el rol del oyente. Son intercambiables y flexibles, pero el que escucha debe asumir su papel y para eso no hay mejor guarida que el monosílabo: ya, sí, qué, ah, uh, no.
Cuidado con el tilde y la exclamación, porque un “¿sí?” o un “¡qué!” pueden ser explosivos. Prefiera, en esas largas conversaciones, lo atónico. Monosílabos carentes de energía, tono y sin ningún relieve que se presten para el doble sentido o las segundas lecturas.
Nunca olvide que la institución matrimonial, como todas las demás instituciones, está sometida a tensión. No son ustedes los únicos puestos a prueba. Es la humanidad entera y es el mal de muchos. Es también el consuelo de los tontos, que siempre será un buen consejo.
¿Sexo? Por favor, seamos serios.
¿Pelar al prójimo y a la familia? Sin duda, provoca unidad y permite enjuiciar a los demás.
¿Algún conocido contagiado? Averigüen y busquen, porque eso siempre da tema.
¿Orden? Puede ser, por ejemplo, si compró libros sobre el estallido social y el terrible octubre de 2019, mejor ahora que nunca: bótelos nomás.
¿Silencio? Por supuesto y siempre con discurso pegoteado; es decir, se trata de una opción y no porque no tengan nada que decirse.
El mejor consejo matrimonial para el final:
¿Irse los dos a la segunda casa? No es posible, a menos que uno se quede en el domicilio central y el otro se vaya a la tercera. Sería lo ideal.