Cunden los desafíos e interrogatorios a través de redes sociales. Entre amigos, conocidos, seguidores o “seguidos” circulan fotografías de formaciones de equipos ochenteros y algunos noventeros. Al menos, en los que he visto, los cuadros de los años 70 no figuran a la hora de identificar esos jugadores que con el tiempo cambiaron de fisonomía o tuvieron una aparición ínfima en un equipo de Primera División.
De ascenso solo vi una imagen de Cobreandino 86, con Iván Zamorano encabezando el ataque, Alejo Rodríguez en el costado izquierdo de los hincados y Ricardo Biondi como arquero. También, en el Facebook del periodista antofagastino Juan Antonio Marrodán se observa una formación de Colo Colo 1964, en el viejo estadio Municipal nortino, poco antes de que se inaugurara el hoy llamado Calvo y Bascuñán.
Es una de las terapias que encontramos para saciar el vicio futbolero, que recuerda el ritual semanal que nos convoca independiente de nuestra condición social o etaria. No faltan los graves cuestionando que se hable de fútbol o de deporte en este contexto. Suelen ser los mismos que van al estadio de manera esporádica o miran por televisión un partido de vez en cuando, pero en el estallido social no dudaron en decir que no se podía jugar porque estábamos en otra cosa, mientras el país recobraba su ritmo en las demás áreas productivas.
Hay que armarse de paciencia y aguantarlos.
Estamos en un momento económico complejo, pero muy distinto a los de otras crisis que vivió la actividad. En esta ocasión la dificultad radica en lo que vendrá, que seguro provocará daño en la industria, pero en el minuto que los torneos retornen, los flujos esenciales reaparecerán. En la debacle de los años 80 o fines de los 90 y comienzos de este siglo, el drama se desató cuando los futbolistas y entrenadores se encontraron sin opción de cobrar sus sueldos, acumulándose primas y premios por objetivos logrados.
El actual sistema, con todas sus deficiencias, en especial en la estructura de la propiedad y la escasa participación de la comunidad, garantiza que los ingresos de los trabajadores del fútbol, en las dos categorías principales, estén asegurados. Es cierto que algunos clubes negocian dilación en el pago de porcentajes de los sueldos, pero nunca se verán sin plata a final de mes, como lo vivieron sus antecesores.
Un dato relevante y un avance para un gremio que supo dar batallas que dejaron heridos anónimos. El tiempo rescata las gestiones de los sindicatos que dirigieron Carlos Ramos y Carlos Soto.
Se forman comisiones en la ANFP para enfrentar las contingencias que provoca el covid-19. La tarea no es fácil, porque antes de junio se ve imposible la reanudación de las competencias. Lo único que pedimos es que no surjan iluminados o ataques de creatividad exacerbados. Es posible jugar hasta diciembre e incluso en los meses de verano. Será fundamental ver qué dice la Conmebol en el calendario internacional. Jugar a mitad de semana duro y tupido e incluso no disputar la Copa Chile es alternativa. En una de esas asoma un mínimo de sensatez y también eliminan la mal concebida tabla ponderada.