No existen cálculos certeros para el retorno de la actividad deportiva a nivel mundial por una razón obvia: no los hay para ninguna actividad pública. En España, por ejemplo, se aventuraron a proyectar optimistamente que la Liga podría volver a mediados de mayo, pero su curva de contagio no lo permitiría. Menos en Estados Unidos. Gran Bretaña ya anunció que podría suspender la Premier y de Italia es mejor no hablar.
En la crisis, emergió el inefable Gianni Infantino clamando porque las ligas se jueguen con menos equipos y haya menos actividad tras la pandemia, olvidando por completo que la idea de subir los mundiales a 48 equipos, hacer un Mundial de Clubes elefantiásico y aumentar las fechas para disputar clasificatorias vinieron de Zurich, y no de las federaciones. La petición del presidente de la FIFA es tan hipócrita como estrafalaria, porque si quisiera bajar las dosis, comenzaría por casa, obviamente.
En Chile, por supuesto, no hay proyecciones. Después de que el fútbol decidiera pronta y diligentemente clausurar la temporada anterior, el largo receso no sirvió de mucho, porque las planificaciones y decisiones del Consejo fueron corregidas con ansiedad y los grandes problemas no se solucionaron. Por el contrario, cuando volvió la actividad, quedó en evidencia la improvisación y que estábamos donde mismo, un poco más deteriorados.
Por eso no llama la atención que las únicas señales evidentes de este período de abstinencia no sean proyectar, idear ni perfeccionar, sino enfatizar la división y la incertidumbre. Un directorio que jamás estuvo completo sigue desgranándose y la oposición brega para obtener dividendos mínimos. Para Chile la detención del torneo es más dura y dañina que para cualquier otra federación sencillamente porque ya venía de una detención absurda de casi cuatro meses, donde casi no hubo voces disidentes. A eso se suman, necesariamente, las varias interrupciones parciales que tuvo este torneo, por razones varias. La mayoría de los equipos tenía partidos pendientes, lo que siempre dio una señal de inestabilidad.
El futuro, que es incierto, supone tener estrategias elaboradas, que pueden ir desde una progresiva reanudación hasta una suspensión de la temporada. Pero para eso hay que teletrabajar, proponer, colaborar, pensar. Hasta ahora la rencilla gana otra vez sin que nos queden claras -ni a los que trabajamos en esto- cuáles son las posturas enfrentadas ni las propuestas sobre la mesa. En la cuarentena, viviendo a distancia, las cosas para nuestro fútbol siguen igual.