En defensa de la salud pública, se “cuarentena” a casi dos millones de chilenos, se decreta la virtual paralización de rubros económicos completos y aun así muchos claman por más. El gasto público y medidas regulatorias, con que la autoridad procura paliar las consecuencias de sus propias medidas sanitarias, devendrán en un grave deterioro fiscal y un serio peligro de solvencia en el sector privado. Pobreza y desempleo alcanzarán registros de triste recuerdo. Por este rumbo, el daño a la economía adquirirá proporciones inimaginables. ¿No hay otro camino?
La OMS ha hablado de “mortalidades” del 3,4% asociadas al covid-19, lo que motivaría las medidas adoptadas. Pero la amplísima dispersión en “mortalidades” por país —Italia 15 veces más que Alemania— es indicativa de erradas inferencias causales y evidentes sesgos de selección adversa. La verdadera mortalidad es muy probablemente un orden de magnitud menor que la referida. En efecto, en el único “experimento natural” que conocemos, el crucero que trágicamente quedó en total aislamiento, la tasa de mortalidad fue 0,85%. Pero allí los adultos mayores estaban sobrerrepresentados; se ha proyectado esa estimación a una población como la de Estados Unidos, lo que arroja un guarismo solo ligeramente superior a la tasa de mortalidad típica del espectro “flu” —resfrío común-gripe-influenza—, que alcanza al uno por mil.
Otra pregunta es cuántos van a contraer el virus. En el crucero, bajo condiciones de máxima interacción, menos del 20% lo contrajo; bajo condiciones de mayor prevención —lavarse las manos con frecuencia—, el contagio podría ser de un orden de magnitud menor. De los que contrajeron el virus en el crucero, la mitad fueron asintomáticos y en otros tantos casos las consecuencias fueron suaves, patrón que se ha corroborado después. Muy probablemente, para el 95% de la población el eventual contagio tendrá mínimas consecuencias.
Desde luego, las estimaciones basadas en el crucero están sujetas a error de muestra. Pero aun tomando valores elevados en el umbral de lo probable, es difícil no concluir que en Chile, con mucho, el virus podría resultar en algo similar a una temporada de influenza fuerte, como las hemos conocido antes.
En cualquier caso, y en esto hay coincidencia, la población bajo real peligro es la de adultos mayores y personas con ciertos cuadros crónicos. Allí debería estar el foco preventivo. Los demás deberíamos, con las debidas prevenciones, retomar cuanto antes nuestras actividades normales, construyendo de paso inmunidad colectiva como resultado de la exposición. Ello debería complementarse con generación de información útil para la toma de decisiones: al menos, muestras masivas aleatorias periódicas en la población.
No se trata de poner la economía por sobre la vida. El virus mata, pero también matan el desempleo, la pobreza y el estrés sostenido. Cambiemos pronto el rumbo antes de que sea tarde.
Jorge Quiroz