El escritor mexicano Julián Herbert ha cultivado distintos géneros narrativos —cuento, novela, crónica—, pero en muchas de sus obras su biografía se entreteje con el lado de allá, sea ficción o el intento de dar cuenta de una realidad. Esta colección de crónicas es el mejor ejemplo de cómo siempre se involucra con lo que escribe; no aspira a la neutralidad del observador, es su subjetividad la que atraviesa y da sentido a su escritura. Así, la crónica inicial sobre Acapulco y la violencia va también de sus recuerdos de la infancia y juventud en ese lugar, “un semicírculo de destellos contra el que choca, grácil, el agua salada y primordial de la memoria”. Y cuando da cuenta del porqué de una de sus crónicas, dice que “muchas de las historias que uno cuenta tienen eso: no son sensatas ni políticamente correctas, ni cumplen una cuota ni te hacen buenas personas: te toman por las tripas y ya”. De ahí viene la fuerza de estos relatos, escritos desde la conciencia vigilante de un rehabilitado de la adicción al alcohol y a las drogas que nunca olvida además las determinaciones cruciales de su biografía: pobre, mestizo, hijo de una prostituta (a la que dedicó una obra maestra,
Canción de tumba). No es que huya de lo políticamente correcto y busque provocar al lector; es que no tiene ningún privilegio que perder más allá de lo que ha sido su biografía, que es, a su vez, la que alimenta su escritura.
Una de las crónicas transcurre en Chile. Se llama “Ñoquis de entraña” y bien puede ser la mejor del conjunto, o quizá es que nos habla desde tan cerca y tan lejos a la vez. O para usar la expresión de Herbert, es la contraparte de un tema que se repite en ella: para qué ir tan lejos si hay agua tan cerca. Es que, como se ve en la crónica, la distancia es, a veces, de gran ayuda para mirar mejor. Herbert cuenta (o parece contar) la historia de una chica talquina asesinada por órdenes de un narco local. Tropieza con la historia mientras va a un congreso de literatura, lo que da pie para que se despache a gusto sobre la rigidez de la academia y los comidillos de la escena poética en Chile. Y se pregunta por qué ir a narrar el asesinato de una mujer en Chile cuando en México son tanto más frecuentes: sus respuestas son sumamente iluminadoras de lo que ocurre allá y acá, sobre las diferencias entre nuestros pueblos y aquello que también fatalmente nos hermana. Pero luego se constituye, sobre todo, en una soberbia crónica personal que hace crecer a su personaje y que impresiona por la brutal sinceridad de su mirada.
Julián Herbert
Literatura Random House, México, 2019. 168 páginas.