Todos queremos saltarnos el miedo que vemos alrededor. Miedo a la enfermedad, miedo a la muerte, miedo a la incapacidad. Pero sobre todo miedo al descontrol de la vida que parecía tan clara y rutinaria. El coronavirus rompió la sensación de certezas que cada uno había construido.
Poco depende de nosotros porque el contagio puede estar en cualquier parte. Podemos cuidarnos. Sí. Eso no nos asegura del todo.
Hay dos maneras clásicas de enfrentar las crisis. Una es previniendo al máximo lo que está en nuestras manos prevenir y la otra es confiar que, sin hacer desarreglos, lo que venga vendrá y estamos haciendo lo mejor posible.
Es distinto tomar precauciones que dejar que nos invada el miedo. El miedo no ayuda. Porque es un gasto brutal de energías que necesitamos para estar atentos y mantenernos sanos. Estamos en un país responsable. Somos el fin del mapa, nadie tiene que pasar por nuestra tierra para ir a otro lugar. Eso ya es una prevención que nos regaló la naturaleza y por el que no pagamos nada.
Estamos en un país con sistemas de salud y control excepcionales. El miedo no puede adueñarse de nuestras vidas. El miedo le hace daño a la familia que requiere de los adultos ser precavidos, pero no histéricos. El miedo altera las relaciones, porque se adueña de nuestra forma de hacer contacto con los otros. El miedo es inútil. Sobre todo eso… inútil.
Se describe nuestra época como negadora del miedo, controladora. Puede ser. Nuestra era tiene tantos problemas ya resueltos. La ciencia y la tecnología nos protegen de niveles de incertidumbre brutales que vivieron nuestros antepasados.
La peste. Así se llamó. Hoy es el coronavirus. Solo que, en comparación con las pestes de antaño, estamos más protegidos. No conocemos el miedo a la peste. No lo hemos aprendido.
Esta es una gran oportunidad para vencer el miedo. Hay protocolos claros de qué hacer y qué no hacer. Nadie, sino que nosotros mismos podemos protegernos de la incertidumbre.
La vida se encarga cada día de hacernos creer que los peligros en la vida son menores, y así protegernos del miedo. Esa es nuestra cultura.
Pero hoy la vida nos da la posibilidad de agregar a nuestras defensas psicológicas la tolerancia al miedo. Aprovechémosla. Es un ejercicio útil y que, además, tiene su belleza.