Con los cines cerrados por la pandemia mundial —una realidad que en sí misma parece sacada de una película— no queda más que recurrir al cine en casa, donde afortunadamente la oferta, sin ser ideal, tampoco es escasa. Desde los clásicos que escondeYouTube a las películas actuales de Apple TV, hay material para elegir y ponerse al día. Por esta vez, comentaremos la cinta que ganó el último premio Oscar al mejor documental, “American Factory”. ¿Razones? Además de este premio, se encuentra en Netflix y permite acercarse al tipo de cultura, ética y disciplina que hoy mueve a los chinos y que, entre otras cosas, hoy sorprende al mundo al controlar el covid-19 en un territorio de 1.400 millones de personas (aunque, claro, el régimen dictatorial ayuda a la operación).
La cinta relata un caso muy particular, que, de seguro, será cada vez menos extraño. En la Navidad de 2008, una fábrica de General Motors en Moraine, Ohio, cierra su producción y despide a más de dos mil trabajadores. En 2014, la planta es comprada por Fuyao, empresa china dedicada a la fabricación de vidrios para automóviles, y comienza a operar al año siguiente con varios de los antiguos empleados de GM. La cinta sigue el proceso a través de los ojos tanto de los trabajadores norteamericanos como de los chinos que se instalan para capacitarlos y supervisarlos. Pero lo que comienza como una gran esperanza para una comunidad deprimida por la falta de trabajo, muy pronto se convierte en una olla de tensiones. Los chinos se quejan de lo torpes y lentos que son los norteamericanos, de lo poco que trabajan y de lo mucho que se quejan. Los norteamericanos sienten que la paga es poca, las medidas de seguridad son pobres y el trabajo es rutinario. Mientras los chinos están preocupados de que la planta pierde dinero a chorro, los norteamericanos tratan de armar un sindicato, algo que el presidente de la compañía, ChoTak Wong, no está dispuesto a aceptar, al punto de asegurar que prefiere cerrar la operación antes de “perder dinero a cuentagotas”.
La cinta no está filmada más que correctamente, hay que decir. Sus directores, Steven Bognar y Julia Reichert, no muestran gran vuelo. No es que sean cortos de sensibilidad, pero ella definitivamente no es del tipo cinematográfico. Compensan esta debilidad, sin embargo, con una gran atención a las personas en juego, de quienes logran obtener declaraciones reveladoras u observaciones que revelan rasgos de carácter, muestras de poder o sumisión, pinceladas que van allá del simple rol laboral.
Por este camino, la cinta permite acercarse a la cultura detrás de la fuerza económica que China ha demostrado las últimas décadas. Si puede decirse en corto, “American Factory” da la impresión de que los chinos llegan al capitalismo como inmigrantes a una tierra prometida. No importa el trabajo que haya que hacer, no importa cuánto cueste, no importa los sacrificios que implique, ellos harán lo necesario para obtener el éxito. También revela un ángulo que va mucho más allá del interés económico: el orgullo patriótico o nacionalista. Tanto el discurso del presidente ChoTak Wong como el del resto de los chinos se sustenta en la idea de que ellos son mejores trabajadores que los norteamericanos y quieren demostrárselo al mundo. Moraine, Ohio, es una cancha más donde lo están haciendo. Y un tercer componente vendría a ser la disciplina y lealtad que los trabajadores chinos tienen con su empresa, un nivel férreo, que para un occidental resulta de muy difícil comprensión, y que posiblemente tiene su origen, si seguimos a Joseph Campbell, en la concepción de religión y de individuo que distingue a Oriente del mundo europeo. En ese sentido, si nos atenemos a “American Factory”, el futuro es chino y está cada día más cerca.
“American Factory”
Dirigida por Steven Bognar y Julia Reichert
Documental.
Estados Unidos y China, 2019
110 minutos.