Desde 2005, la
performance ha sido el intermediario capital del santiaguino Sebastián Mahaluf (1976). De ese modo, sus acciones de arte, tanto las realizadas en Chile como en centros artísticos del exterior, hallan su fundamento en los conceptos de tensión y distensión, resueltos en la fuga, en el escape inmediato del artista desde su entorno opresivo. Situación límite esta, se concreta en la acción sobre su cuerpo entero de hilos elásticos que lo oprimen y obligan a liberarse como una necesidad de subsistencia. Estas delgadas bandas flexibles se convierten, pues, en material suyo característico. Al mismo tiempo, en sus actuaciones el
performer suele incluir la participación del público asistente. La obra, entonces, se colectiviza en un
happening que, por un momento, vuelve también artistas a los espectadores. Sin embargo, otros trabajos se concentran sin la presencia del autor ni de colaboradores. Y consisten en la demarcación, en la apropiación del espacio circundante mediante las longitudes extensas de los elásticos. También al recinto arquitectónico tradicional se suelen agregar realizaciones en medio de la naturaleza, la que incluye sobre todo el arbolado. Eso sí, el más riguroso y siempre presente sentido geométrico rige unas y otras ejecuciones.
En su más reciente obra, hoy expuesta en Galería Patricia Ready, Mahaluf ha prescindido de actuar corporalmente, como tampoco necesitó de la colaboración de asistentes. El presente trabajo, como nunca antes, se impone de partida por su hermosura formal, a la que se añade la perfección de su factura y su condición de instalación. Más aún, en él se manifiesta un triple atributo: arquitectónico, escultórico y pictórico. Por lo tanto, hallamos aquí una clara definición de espacio no sólo penetrable, sino asimismo de peculiar complejidad. A eso se suma el desarrollo de un enorme volumen, más allá de la fragilidad evidente de los materiales en juego. Y, por supuesto, está la concurrencia también protagónica del color. Respecto a este último, el acorde cromático conjuga una simplicidad y un refinamiento particulares: rojo, negro sutil, amarillo transparente y un feliz participante obligado, el ocre rosado de las baldosas de la sala.
El cuerpo esencial de la actual instalación lo constituye un inmenso velo rojo transparente que, rectangular, cae dentro del ámbito principal de la galería, deteniéndose a la altura de los ojos del espectador. Se establece , pues, un doble espacio. El superior cuelga por medio de un hilado que parcela ordenadamente su superficie y provoca una armonía táctil de suaves ondulaciones. Podríamos asociar esta extensa porción a una especie de delicado mar rojo transparente, capaz de regular en todo momento su suave agitación. Visto por debajo, por el revés del delicado paño, cabría interpretarse cual nube extensa, desde cuyos regularizados pliegues desciende un bosque de receptáculos pequeños de vidrio llenos con elegancia de un aceitoso líquido amarillento. Evocan estos lamparillas de épocas remotas. Además, los hilos negros que sostienen a cada recipiente lo enriquecen formalmente con su par de líneas rectas que se entrecruzan bajo el fondo del contenido. Ambas coloraciones producen un atractivo contraste con el pavimento estable de la sala. Al mismo tiempo, si por su parte el aceite podría sugerir algo de germen de vida caído desde el cielo, la verticalidad de los frasquitos invita a un recorrido físico bajo el gran velo o, al menos, permite que nuestra mirada se pierda dentro del presunto e interminable boscaje.
Fuera de la sala principal, el amplio pasillo lateral muestra en la totalidad de su muro una línea de finos hilos plateados y dorados —a la misma altura de la suspensión del velo protagónico— y sobre pequeños textos manuscritos con testimonios de colaboradores del artista.
Galería Artespacio nos propone juegos geométricos de Benjamín Ossa. En ellos resultan capitales la geometría, los efectos de reflejo y la intervención del público. De esa manera, recurre el autor a un soporte que constituye nueve cajas murales con armazones metálicos blancos. La transparencia del vidrio de sus tapas conduce nuestra vista hacia un fondo de espejo. Pero no solo está la transparencia vítrea, asimismo esa primera superficie lleva pintada un personaje fundamental: formas geométricas curvas, circulares, onduladas, en ángulo recto. Su negro predominante halla diálogo con coloraciones más o menos restringidas de marrón. En otras ocasiones, la parte trasera de este vidrio suma verdes, amarillo o el atractivo de un particular azul que parece emerger desde el negro. Al espejo y al accionar del observador les corresponden la importante función de movilizar y poner en movimiento los integrantes antes señalados.
Desplome
Mahaluf y la belleza de una instalación
Lugar: Galería Patricia Ready
Cerrada hasta nuevo aviso
De letras, frutas y floresVariaciones de formas geométricas y colores, en Benjamín Ossa
Lugar: Galería Artespacio.
Se pueden coordinar visitas privadas en
artespacio@artespacio.cl