Pensé que el coronavirus iba a provocar el suficiente miedo en nuestros políticos como para que bajaran todos sus banderas y se unieran detrás de lo único que importa ahora, la salud de los chilenos.
Pero no hay caso. Detrás de la mascarilla que varios de ellos andan luciendo estos días (con lo que intentan demostrar que el coronavirus es su prioridad única), siguen siendo ellos mismos, con sus cálculos electorales de siempre.
Los más estridentes han sido los alcaldes. ¿Se han fijado cómo se pelean para ser los protagonistas de la crisis? ¿Cómo se tomaron los matinales de televisión? ¿Cómo se pegan codazos cuando aparecen en los puntos de prensa en La Moneda?
Los alcaldes parecen en una subasta. Quién da más. Quién propone medidas más drásticas para evitar que el virus se contagie. Que nadie salga de su casa, que nadie se mueva, que nadie respire. Un-dos-tres momia.
¿Pero, cuánto tiempo puede durar uno aguantando la respiración para no esparcir ni una molécula de microbio? Esto es lo mismo.
Los alcaldes están organizados en cinco o seis lotes distintos. La asociación de municipalidades, la asociación de municipios chilenos, la agrupación de municipalidades del sector oriente de Santiago, el lote de comunas amigas del alcalde Sharp, los ediles revolucionarios de Jadue y la república municipal independiente de la Evelyn.
Todos, juntos y también revueltos, o por separado, han tratado de llevar el pandero en la crisis. Han opinado sobre virus, bacterias, remedios, curaciones mágicas, ungüentos, profilaxis, vacunas y cuarentenas. Se han mostrado como especialistas en infectología, sicología social, inmunización y también en finanzas.
Son unos cracks. Y están en campaña. Porque ahora en junio les tocaba ir a elecciones primarias y el 25 de octubre les correspondía la elección municipal. Como son astutos, lograron que los parlamentarios corrieran sus elecciones para el próximo año, con lo que se ganaron seis meses más de mandato. Nada mal.
Y es que los partidos políticos tenían su propia agenda. Querían buscarle fecha rápido al plebiscito del 26 de abril, que obviamente no se podrá realizar, por el coronavirus.
Como los legisladores estaban apurados y los alcaldes no los dejaron juntar el plebiscito constitucional con las elecciones municipales, definieron chutear lejos la elección de alcaldes y ellos quedarse con la fecha del 25 de octubre. Todos felices.
Solo que con la premura no miraron bien el calendario y ¡fijaron la elección de alcaldes para el domingo de Pascua de Resurrección del año 2021! Después se dieron cuenta creo y cambiaron la fecha para el domingo siguiente. En eso se entretuvieron algunos en la semana.
Otros, más astutos, trataron de aparecer preocupados por los efectos del coronavirus e hicieron propuestas sesudas, como aumentarles los impuestos a las empresas ahora para enfrentar la crisis; que es lo mismo que pedirle a un paciente de la UTI que suba un sillón por la escalera.
Y yo que pensé que el coronavirus iba a terminar sacando lo mejor de todos nosotros.
Pero, ¿saben algo? Creo que eso sí va a ocurrir. Esto recién comienza, y se va a poner mucho peor. Llegará el momento en que no nos va a quedar otra que bajar todas las banderas de colores y empuñar una sola entre todos: la bandera blanca. Que es la bandera de la tregua, del alto al fuego. Y también la de los delantales blancos, que son harto mejores que los overoles blancos.