La imagen de los capitanes de O'Higgins y Antofagasta reunidos en la cancha para acordar la suspensión del partido que debían protagonizar sus equipos, será, con el pasar del tiempo, un símbolo de un fenómeno que estamos viviendo casi sin darnos cuenta. Un símbolo para el fútbol y para la sociedad planetaria. ¿Tanto? Tanto.
Durante un buen tiempo hemos destacado el hecho de que los jugadores están “haciendo lo que quieren” y, en esta columna, se les ha atribuido responsabilidad a los entrenadores que viven elogiando a los suyos más allá de toda medida. Creen que con esa alabanza permanente se ganarán la simpatía de sus planteles, lo que no consiguieron con su autoridad.
Eso, creo, es cierto. Pero hay más.
Durante muchos años los expertos en relaciones laborales nos han venido diciendo y recalcando sobre el éxito de las “relaciones horizontales”, aquellas en que la conversación entre las partes involucradas en la producción importa más que la imposición de la autoridad. La verticalidad del mando, tan importante en el mundo militar, viene siendo reemplazada en el mundo social por una convicción horizontal sobre lo que es conveniente para el grupo hacer. O no hacer.
Así, la autoridad radicaría en un acuerdo entre partes y no en una persona o cargo. Y habría ejecutores de esos acuerdos, los gerentes o directores de compañías o quiénes sean.
Posiblemente aquellos expertos en relaciones laborales (no es lo mío y por eso mi información es muy limitada), no lo pensaron como un tema extrapolable a la vida social, pero funciona así también. ¿Acaso no fuimos ciegos a lo que pasaba en el país y que ha explotado en nuestras calles y plazas? No lo vimos. Y ahí estaba, buscando su forma de expresarse.
Leo con interés el Big Bang de Alberto Mayol sobre el descontento social —antes de empezar con el de Carlos Peña—, y en el fondo de su estudio subyace la horizontalidad. Para el celebrado y advertido sociólogo, nuestro tema radica en la desigualdad. Y ésta es un desequilibrio en el que los ciudadanos buscan la horizontalidad en las relaciones. Me parece, con todo respeto, que el tema no es político ni económico, aunque tenga implicancia de ambos, sino que es un movimiento de la Humanidad en el camino de su evolución.
¿Por qué iba a escapar el fútbol de este fenómeno? ¿Acaso no exigen los pacientes más respeto de parte de los médicos? Y los trabajadores de sus jefes y patrones. Y los niños de sus padres. Y las mujeres de los hombres. Y los consumidores de los fabricantes y del comercio. Y los ciudadanos de sus políticos. Y los lectores del periodismo.
Sócrates, el futbolista y médico brasileño, al retirarse intentó lo que llamó “democracia corinthiana”, que no tuvo buenos resultados deportivos. Pensé entonces que Sócrates se equivocaba. Hoy pienso que tal vez Sócrates fue un adelantado a su época y hoy el tiempo le da la razón.
Lo cierto es que estamos todos implicados, les guste a todos o no.
Los futbolistas chilenos han ido un paso más allá y han puesto de cabeza la vertical, ubicándose ellos arriba. Tampoco es la idea. Pero la foto es un símbolo.