El deporte vive la mayor crisis desde la II Guerra Mundial. Ni siquiera los boicots a los Juegos Olímpicos de Moscú 80 y Los Angeles 84 generaron un panorama como el de esta semana. Las suspensiones de las competencias más relevantes, a nivel local y continental, debieron inclinarse ante una pandemia que provoca un signo de interrogación global.
No es posible vaticinar o planificar escenarios. Manda el día a día, que en el caso de Chile, se suma al clima sociopolítico que nos acompaña desde octubre. La autoridad administrativa entregará las directrices, pero es necesario dejar atrás las mezquindades cuando el coronavirus inicie su retirada y el deporte recobre su rutina.
Por ahora el fútbol chileno mantendrá sus campeonatos, con ausencia de público desde la novena fecha, acomodándose a las circunstancias. El contexto es complejo. Cuando comenzaban a recuperar el extraviado ritmo de juego, después de la suspensión de la temporada 2019, la posibilidad de una nueva detención alterará el nivel y el rendimiento de los jugadores. Luis Bonini comentaba que cuando la locomotora venía lanzada era mejor mantenerla y no frenarla; echarla a andar de nuevo siempre será difícil, explicaba el fallecido preparador físico de Marcelo Bielsa.
En el plano económico, no disponer de ingresos por recaudación implicará una merma relevante, más allá de que los aportes del CDF se mantienen como la principal fuente de ingreso para los cuadros de Primera División y Primera B. El canal del grupo Turner cumplió de manera religiosa con los pagos, pese a que desde el estallido social del 18 de octubre no entregó el producto comprometido a los abonados. Una suspensión total de la actividad, sin conocer cuánto demorará la reanudación, plantea incertidumbre. Nadie duda de la espalda del grupo Turner, pero con la inestabilidad descrita, es difícil sostener un negocio que se basa en la fidelidad de los abonados.
Al interior de la ANFP reconocen que las cifras son complejas. De manera extraoficial, deslizan que hubo una merma de casi 200 mil clientes y que la única forma de recuperarlos es con un tren de partidos regulares semana a semana, que recobre la emoción. Una realidad que a esta altura nadie garantiza.
Mientras esto ocurre, resulta adecuado que en Quilín resuelvan la situación de Martín Iribarne, el director de la ANFP, acusado por Deportes Valdivia de inmiscuirse de manera indebida en la transferencia de Erick Wiemberg. El ex dirigente de Unión La Calera y ex gerente de Rangers no quiso renunciar, a pesar de las evidencias presentadas por sus denunciantes ante sus pares.
Los mecanismos para defenestrarlo son intrincados. Por eso, una definición del Consejo de Presidentes, asoma como una salida rápida y sensata.
En la misma línea, a esta altura, el presidente de la ANFP, Sebastián Moreno, necesita por él y la industria, resolver las acusaciones que surgen sobre su accionar profesional en el caso del robo de concentrado de cobre, que afectó a la División El Salvador cuando trabajaba como abogado de la cuprífera. La última arremetida del diputado Andrés Celis, hecha pública ayer, en la que el parlamentario apunta a la formalización del timonel del fútbol nacional, obliga a definiciones urgentes.