Un grupo de famosos que cocinan y luego se reúnen para compartir anécdotas y sus propias preparaciones. Esa es la dinámica de “Cocina fusión”, el programa que debutó el pasado jueves en TVN, con Karen Doggenweiler como anfitriona de una especie de cocina-comedor-estudio.
El regreso de Doggenweiler a un programa de entretención en horario estelar (22:30 horas) es, por ahora, el gran acierto. La conductora tuvo un buen desempeño en 2019 en el espacio periodístico “Llegó tu hora”, pero en “Cocina fusión” se nota que navega a sus anchas. Es rápida, divertida y cálida; todos, atributos que luce mientras intenta guiar una conversación u obtener alguna confesión de los invitados.
En el primer capítulo logró que la actriz Yamila Reyna contara que le dio un beso a Mark González cuando el futbolista tenía 17 años, mientras que su empatía con la animadora Daniela Kirberg—exesposa de Julián Elfenbein—hizo que esta se relajara y terminara bailando hula-hula. Ella, de paso, también mostró sus dotes de gimnasta.
El problema de “Cocina fusión” está lejos de ser su conductora. Lo que le falta al nuevo estelar de TVN es identidad: es una mezcla de concurso de cocina de famosos tipo “Masterchef Celebrity” (Canal 13), con ingredientes de “La divina comida” y “Podemos hablar”—que mezclan conversación y comida—, dos espacios que CHV hace muy bien, lo que lleva a odiosas comparaciones.
La primera parte del espacio, además, es un verdadero desorden. Ahí los seis invitados arman parejas para cocinar la entrada, el plato de fondo y el postre. En este caso, Daniela Kirberg y Rodrigo Salinas hicieron una entrada de pollo; Titi García-Huidobro y Rodrigo Goldberg, un filete de vacuno, Gustavo Huerta y Yamila Reyna —que a esa misma hora estaba en “Bailando por un sueño” (Canal 13) dejando en evidencia que el programa es grabado— prepararon de postre unos crepes con salsa de naranja. Todos recibían instrucciones y cocinaban revueltos y chacoteando sin que se entendieran las preparaciones.
Luego, los invitados se sientan en una mesa, muy parecida a la de “Podemos hablar”, de CHV, para conversar y degustar sus platos. Ahí se nota la falta de un propósito claro en la edición: más que una conversación relajada, que pudo darse porque los invitados estaban dispuestos, se transforma en una prueba donde cada invitado debe recordar una historia tras sacar un elemento de una bandeja.
Al final, y cuando ya nos habíamos olvidado de que el programa es también una competencia de cocina, aparecen los chefs Mathieu Michel, Tomás Olivera y Juan Manuel Pena para evaluar y recordarnos que son ellos, con parámetros y notas que desconocemos, los que deben elegir el plato ganador.