A ser honestos, pocas veces se vio tanta transparencia en la contratación de un técnico. Haciendo caso omiso de los códigos, y para solaz de reporteros y comentaristas, cada paso en la búsqueda del nuevo adiestrador albo fue seguido como en un reality, con las ofertas y las negativas hechas públicas de manera inédita a través de comunicados de prensa divulgados universalmente.
Se dio así el contrasentido de que la delegación que viajó a convencer a Felipao Scolari estimó prudente sacarse una selfie sobre el avión y publicarla. Rostros sonrientes, joviales y confiados que partían rumbo a la misión más encumbrada que jamás haya intentado el fútbol chileno: contratar a un multicampeón.
Fue un capítulo inolvidable de esta serie el cómo se enteraron de la negativa en el Estadio La Portada, dejando al descubierto las emociones, frustraciones y desencantos que provocó la respuesta. Así como llegaron más de cien currículums a la sede alba, decenas de llamados salieron de la oficina técnica tratando de seducir a los candidatos con el lema de la insignia y la historia, que parecieron no tener tanto peso como el que creían en Pedrero.
Desde el punto de vista periodístico, ha sido una semana mágica, que develó la intimidad de un proceso que siempre se vive entre secretos y sombras. Las cifras estuvieron siempre sobre la mesa, la indagatoria sobre el pasado también. Jamás sospecharía el pobre Felipao que declaraciones de hace un par de décadas quedarían expuestas —a tajo abierto— sobre la mesa de análisis en materias tan profundas como la dictadura militar o la homofobia, una suerte de scanner íntimo que puso a prueba sus medallas en los tiempos que corren, que no están para pecados ni ambigüedades.
Me tinca, pero es sólo un pálpito, que el resto del proceso ya no será igual de prístino. Que las gestiones serán más reservadas, que la búsqueda se hará más quieta. Primero porque el prestigio y el nombre de la institución han quedado muy expuestos. Con tanta negativa, el argumento de la insignia deberá guardarse por un rato. Y luego porque las características del directorio, del plantel y de la hinchada alba ameritan más manejo y cautela. Sobre todo el camarín, que ya se ha hecho experto en fagocitar procesos y devorar personalidades fuertes.