Con muy preciso sentido de la oportunidad, aunque con dos años de retraso, se estrena esta película iraní que produjo considerable controversia en su momento y volvió a poner el foco en las demandas por igualdad de las mujeres en la situación del mundo musulmán y, en particular, de las teocracias que aún organizan esas sociedades.
Afrooz (Baran Kosari) es la capitana de la selección nacional iraní de futsal. Por primera vez, el equipo se ha ganado la posibilidad de competir en la final de la Copa Asiática, que se realizará en Kuala Lumpur. Con el auspicio de la federación, el equipo se prepara para partir unos días antes del partido. Solo que cuando entrega su pasaporte ante la policía del aeropuerto, Afrooz recibe una noticia inesperada: su marido le ha prohibido salir del país.
La ley iraní hace posible que eso ocurra (y no a la inversa, por supuesto). Afrooz ha vivido separada de su marido por un año, comparte su departamento con una amiga y no ha querido saber más del hombre con el que estuvo casada por ocho años. Y ahora, en el momento más importante de su carrera deportiva, Yaser (Amir Jadidi) ha decidido imponer su desequilibrada autoridad. Yaser lleva ventaja: es el presentador de un amable programa de televisión dominical, tiene dinero y vive de manera próspera. En más de un sentido, domina la vida de Afrooz más allá de su relación.
Afrooz espera que todos la apoyen. Pero la federación quiere que arregle su problema con la mayor discreción, la supervisora le recomienda que sea amable con su marido y una abogada feminista opina que siempre se puede llegar a un acuerdo. Afrooz lo intenta: busca a su marido y se reúne con él. Un sostenido plano fijo registra la discusión entre ambos a bordo de un auto, un diálogo que se va agriando segundo por segundo (Abbas Kiarostami legó al cine iraní esta manera curiosa y eficaz de filmar personajes en conflicto).
Pero no hay salida. Esta película transmite esa sensación de encierro, de trampa y prisión, desde sus primeras secuencias. El cineasta Soheil Beiraghi se mantiene cerca de Afrooz y de los personajes que la rodean, y presenta a un Estado sin rostro, impersonal, descomprometido: ni el funcionario que revisa su pasaporte ni el juez que la cita se ven nunca, solo actúan por sus voces, armando la jaula invisible que encierra a la mujer.
El permiso es una película de denuncia, sin duda alguna. Allí reside su frío vigor. Pero también nacen de allí sus limitaciones, la principal de las cuales es la reducción del problema de la mujer al estrecho problema del futsal y el viaje. Raro porque, aunque los movimientos lo olviden a menudo, el mundo musulmán mantiene todos los récords de la opresión femenina.
ARAGHE SARD
Dirección: Soheil Beiraghi.
Con: Baran Kosari, Amir Jadidi,
Hoda Zeinolabedin, Leili Rashidi.
88 minutos.