Esta historia de ciencia ficción pertenece a lo que se llama ciberpunk, corriente de la ciencia ficción tipo “Blade Runner”, con tono pesimista y crítica social; y en esta segunda temporada la serie ha cambiado en varios sentidos: para empezar, la cara del protagonista ahora es la de Anthony Mackie, quien reemplaza a Joel Kinnaman en el rol del “reencarnado” Takeshi Kovacs, un antihéroe que cambia de cáscara a través de los siglos. El otro viraje importante es que el complejo mundo de esta superproducción de Netflix está más simplificado y quizás eso ayuda al público lego a ingresar de mejor manera en el sofisticado universo basado en los best sellers de Richard Morgan, un potente y metafísico estudio sobre la identidad y la separación entre cuerpo y alma. Suena quizás relamido hablar así en una historia de acción y explosiones, pero en su eje central Takeshi Kovacs, a pesar del cambio de piel, se mantiene fiel a su búsqueda de un amor perdido y en un laberinto político y versallesco, su honestidad como personaje se sobrepone siempre. Su escudero es una inteligencia artificial con la cara y versos de Edgar Allan Poe y en esa relación hay efectivamente poesía. Sin agarrar la solidez y peso ontológico de “Westworld”, “Altered Carbon” se defiende con el lenguaje chillón de la matiné, de la entretención y de esa batalla sale muy airosa.
En Netflix.