El entrenador Ivo Basay parece severo, drástico y enojón.
Con ese carácter y al mando de Palestino, ha logrado que el equipo árabe en las copas internacionales no destiña, al contrario, que se tiña con lo que la competencia pide: jugar mejor que en el plano local y con valor agregado y especies adicionales.
Las exigencias del torneo nacional son flojas y esporádicas, y como es poca la tensión y el esfuerzo, cuando los equipos saltan a otro cuadrilátero sufren los rigores de eso que se llama competencia internacional.
La petición añadida y la tensión extra, entonces, debe venir del entrenador, y Basay, en este caso, gruñe, insiste, clava, reta y solo elogia cuando las circunstancias lo exigen. Algo escaso de ver, y por eso nada mejor que andar como entrenador de ceño adusto y rostro enfurruñado, además por jugar miércoles y sábado, sin mayor reposo.
En todo caso el enojón insigne es Marco Antonio Figueroa y es porque sí y porque no, y por eso pasa lo que pasa: se convierte en caricatura que cada vez importa menos.
La Universidad de Chile de Hernán Caputto, para el partido decisivo con Internacional de Porto Alegre, no se sabe si jugó peor o mejor que en casa, y es inútil discutirlo, por una razón: no llegó nunca al arco rival. Llegó al área chica, merodeó la grande y así, qué duda cabe, así no se puede. No se pudo y no hay drama. Pasó lo que debía pasar y Universidad de Chile jugó según ese triste predicamento.
Caputto no parece enojón ni agrio, al contrario, después de la derrota en Brasil, a su juicio, ganaron los jugadores de la U y su futuro.
Cada vez que alguien habla del futuro, no hay que olvidar la clásica frase: “Cuán largo me lo fiais”.
Mario Salas, cuyo Colo Colo aún no pisa el terreno internacional, dijo que el proyecto de Colo Colo camina “a las mil maravillas”, donde una cosa debería ser el proyecto y otra el primer equipo, porque Salas está a cargo de una cosa y no de la otra, pero después de desmalezar, lo concreto es que Salas esparció felicidad y conformidad con su equipo, así que está contento y satisfecho. Si algo no está es enojado. Tampoco enfermo.
Ariel Holan, entrenador de la UC, habla lo justo. Mejor así.
Sus anteriores colegas decían que habían llegado al equipo de Shangri La, un club maravilloso por dirigentes, jugadores, estructura, seriedad, hinchas, estadio y entorno.
Beñat San José ahora entrena el Königliche Allgemeine Sportvereinigung Eupen. Mejor el KAS de Eupen. Es belga.
Gustavo Quinteros se hizo cargo del Tijuana de la ciudad de Tijuana, una de las más peligrosas de México, pero igual son habladurías.
Ambos salieron campeones con la UC y se fueron apenas pudieron, pese a que estaban encantados de la vida chilena.
La vida de los entrenadores, en todo caso, es difícil.
Como la de todos.
O de la casi todos.