En la columna anterior describimos cómo se citaban las fuerzas políticas, sociales, económicas y culturales entre la opción Apruebo y la opción Rechazo. En esta columna analizaremos la estrategia de la derecha que se ha ido consolidando durante este tiempo. No hay una sola estrategia, sino varias que convergen en el llamado al rechazo en la Nueva Constitución.
Una de las más “primitivas” es asociar el apruebo con la violencia. Me gusta dar ejemplos, y voy a citar a dos prohombres de la derecha que apuestan a esa opción. Uno de ellos es Carlos Larraín, expresidente de Renovación Nacional y claramente un poder fáctico en dicho partido, quien sostuvo en un foro, en el cual yo estaba presente, algo así como “lo que pasa es que a ustedes se les arrancó un grupito que ejerce la violencia y yo quiero que ese grupo continúe su acción”. El segundo ejemplo, en estas mismas páginas, fue del exministro de Educación del Presidente Piñera, Gerardo Varela, el de los “bingos”, quien sostuvo que “cada bomba molotov lanzada es un voto más para el Rechazo”.
Esta estrategia lo que persigue es deslegitimar el plebiscito mediante el argumento de que el acuerdo del 15 de noviembre “por la paz y la Nueva Constitución” fue producto de la violencia y el chantaje de la asonada callejera. Por lo demás, esta afirmación fue refrendada ayer por otra columnista de este periódico, la académica Lucía Santa Cruz. De lo que se trata en definitiva con esta estrategia es, en los hechos —y apostando a la ingobernabilidad—, que el plebiscito no ocurra, y si ocurre y gana la opción Apruebo, que esta quede deslegitimada por la violencia. Una vez más en la historia se produce una confluencia entre el actuar de la ultraizquierda y los propósitos de la derecha; en este sentido, el actuar de la “primera línea” solo sirve y alimenta esta estrategia de la derecha.
Una segunda estrategia de la derecha es la que ellos denominan “rechazar con reforma”; es decir, que si no se aprueba la Nueva Constitución, ellos están dispuestos a realizar reformas en el marco de la actual Constitución. La historia no les cree. Se demoraron 15 años en terminar con los senadores designados, se demoraron 25 años en terminar con el sistema binominal, ambos hechos producto de una negociación con la Concertación y la Nueva Mayoría, no por iniciativa propia.
Estos “rechazo con reforma” cada vez que pierden un proyecto emblemático en el Congreso acuden a su Tribunal Constitucional, el que rechaza la legislación aprobada por la mayoría democrática. Dos ejemplos a propósito de lo anterior: el Parlamento aprobó la titularidad sindical por mayoría sustantiva, la derecha derrotada en el Congreso lo llevó al Tribunal Constitucional, y ahí ganó. El segundo ejemplo ocurrió con el Sernac: las mayores retribuciones que la ley aprobada le otorgó en defensa de los consumidores, la derecha las llevó al mismo tribunal con el respaldo de la Cámara Nacional de Comercio, era que no, decía el Presidente Barros Luco, por lo tanto no nos vengan a decir ahora para maquillar el Rechazo que están dispuestos a hacer reformas que las han rechazado durante décadas y aún más, cuando las pierden en el Parlamento las llevan a su Tribunal Constitucional.
Una tercera línea estratégica de la derecha es sostener que lo que estaba defendiendo al votar Rechazo no es la Constitución de Pinochet, sino la Constitución de Lagos. Es efectivo que las reformas del 2005 constituyeron un avance democrático frente a la Constitución original de 1980.
También en mi opinión, y haciendo una autocrítica, creo que el discurso del Presidente Lagos aquel 17 de septiembre nunca se pensó que iba a ser mal utilizado por la derecha 15 años después. Lo que se logró el 2005 es abrir uno de los cinco candados que nos legó la Constitución de Pinochet y Jaime Guzmán. El candado abierto fue la eliminación de los senadores designados y de los senadores vitalicios y esto no por un “repentino” enamoramiento de la derecha con un sistema electoral plenamente democrático, sino porque sacaron sus cuentas y constataron que por la naturaleza de designación de los designados ya no constituían para ellos una reserva de votos en el Senado. Las reformas del 2005 no lograron modificar los otros candados heredados como el sistema binominal, que solo pudo ser remplazado 10 años después, y los supra quorum en el Parlamento y las facultades y composición del Tribunal Constitucional vigente, que hasta ahora permanecen. En materia militar, cuyo legado hasta el 2005 era en los hechos la tutela militar sobre el sistema democrático, se logró avanzar en tres direcciones, eliminando el carácter de garantes de las Fuerzas Armadas sobre el sistema republicano, se permitió que el Presidente de la República le pidiera la renuncia a los comandantes en jefes y al general director de Carabineros y se transformó al Consejo de Seguridad Nacional en un organismo asesor del Presidente de la República.
Sin duda que todo lo anterior fue un avance, pero es lo que permitió la derecha hasta ese momento.
Lo anteriormente descrito es lo que se puede observar de las diversas estrategias de la derecha, tratando de defender lo que finalmente en su esencia y a pesar de las reformas es su Constitución, la que, entre otras cosas, crearon y sostuvieron en plena dictadura. A pesar de todas estas estrategias estoy convencido de que las desvirtuaremos una a una y el pueblo convocado el 26 de abril nos dará y se dará un sólido respaldo a la Nueva Constitución.