¡La sociedad moderna se caracteriza por la falta de tiempo!
Estamos siempre apurados, atrasados, con ganas de ver al amigo que queremos y no vemos, pero no encontramos el momento para hacerlo.
Perder el tiempo está prohibido. Curioso, que de tanto valorar el tiempo este se ha convertido en nuestro verdugo.
“El tiempo es oro” es el lema favorito de la modenidad. Por ende, transformemos nuestro tiempo en oro, todo nuestro tiempo. La vida está tan normada, que la libertad para usar el tiempo ya casi no existe. Hay que trabajar, ser bello, estar informado, tener amigos, ser una mamá o papá presente, etc.
Perder el tiempo es equivalente a ser flojo.
Y sin embargo, los griegos, que inspiraron tanto de nuestra cultura, cultivaban el ocio. Porque el pensamiento y la inspiración se construyen con tiempo libre, con mente abierta y despierta, no sobre un millón de escombros que son nuestros pendientes.
El tiempo viene de adentro, por eso tenemos que darle espacio.
No se enmarca en calendarios ni se mide con punteros del reloj.
El tiempo es, más ni menos, el goce de ser.
Sabemos que el cuerpo se enferma en el apuro constante. Sabemos que el rendimiento produce estrés. Vemos cómo cada día, más y más “enfermedades” son producto del estrés. Pero nuestro mundo está diseñado para seguir vertiginosamente ocupando el tiempo.
Tanta ha sido la preocupación del efecto del tiempo siempre ocupado y apurado, que quienes trabajan mucho hacen también deporte, yoga, meditación.
Lo que nadie se atreve a proponer es que para descansar hay que perder el tiempo. Los griegos perdían el tiempo, los romanos también, aunque menos. Creían que había que dejar hablar al alma. Nosotros le hablamos tanto al alma, que no la dejamos hablar.
El silencio nos asusta.
No se cambia la cultura en que se nace. Pero se pueden buscar pequeños espacios para improvisar. Espacios que tampoco son para ir al gimnasio o a yoga o a meditacion trascendental. Que son un aporte. Pero de nuevo tenemos que dejar tiempo fijo para eso. Más bien, yo digo que necesitamos perder el tiempo para ganar libertad. En esos ratos de ocio vamos a poder dejar hablar al corazón y al alma. Y tal vez, vamos a aprender a escucharlos