Cuando Aníbal Mosa dijo que a Mario Salas le habían pasado un Ferrari en esta temporada, fue para demostrar el orgullo de una pretemporada en la que Blanco y Negro no se fijó en gastos. En medio de la interrupción del campeonato —forzada por garreros del club—, de las irregularidades manifiestas de la última pugna con Gabriel Ruiz-Tagle y Leonidas Vial en la Bolsa y de la pirotecnia de la remodelación del Monumental, lo único concreto y positivo que podía lucir su nueva administración era esa inversión generosa para enfrentar la temporada.
Colo Colo clasificó a la Libertadores cuando el torneo se congeló y Palestino le pisaba los talones. Terminó lejos de Universidad Católica y, lo que es más notorio, con un pobre nivel futbolístico, que en el balance técnico de Marcelo Espina fue motivado por la partida de Esteban Pavez, que jamás logró ser compensada por las incorporaciones de mitad de año.
Por eso, las contrataciones de 2020 permitían abrir el apetito y proyectarse para un año más holgado. Lo del Ferrari fue un exceso de entusiasmo de aquellos que suelen pagarse caro para los que estamos hace tiempo en el fútbol.
A febrero de este año Colo Colo ya tiene un título (donde derrotó, además, a dos rivales clásicos) y un fondo de juego que es indudablemente superior al de la temporada pasada. Tiene más variantes, más opciones y más dinámica, pero ha sumado dos derrotas consecutivas, jugará frente a la sólida Universidad Católica y la opción de quedarse nueve puntos detrás de los de Ariel Holan es más que probable.
Salas logró imponer sus criterios y el equipo luce más dinámica y presión, aunque los errores defensivos siguen siendo demasiado trascendentes. Su incorporación más mediática, Matías Fernández, debe conformarse con venir desde la banca a tratar de manejar partidos difíciles y su gestualidad parece cada vez más histérica desde el borde de la cancha, empujando al equipo para ir arriba, pero con poca claridad y mucha gente y pocos espacios cuando se le viene mala la mano.
Este año la presión será mayor, porque los albos enfrentan un grupo abordable en la Libertadores y porque el predominio de la UC en los últimos torneos les pesa demasiado en el comparativo. A las fallas individuales Colo Colo ha sumado una escasa capacidad de reacción en los malos momentos, donde los liderazgos se diluyen. Y cada pecado se paga en la red.
De cara al clásico con el modelo mejor armado y potente de nuestro fútbol, el Ferrari blanco enfrenta su desafío más importante, con un elemento que no estaba en los cálculos: su hinchada, que tomó las banderas de la lucha social y se ha restado voluntariamente de las gradas en un momento crítico, donde, en sus propios conceptos, el fútbol ha pasado a segundo plano. Para alivio momentáneo del chofer de la máquina.